Reportajes

A través de la Toscana italiana: Pisa, Florencia, Siena.

Hablar de Pisa es tanto como hablar de su famosa torre inclinada, tan bella como espectacular.

Dejando atrás la genuina y multitudinaria Génova, con su entrañable casco viejo, la casa de Colón, el cementerio de Taglieno, la iglesia de S. Lorenzo, así como todo un laberinto de callejuelas donde resulta fácil encontrar infinidad de palacios, capillas y edificios regios que evidencian su innegable pasado histórico, bordeando el litoral en dirección hacia el sur, la ruta se adentra en una región en la que van de la mano la riqueza artística con la naturaleza más exultante, ambas en una comunión perfecta que sorprende y fascina a cada paso.

La Toscana se mece en un paisaje multicolor donde el verde de la campiña y los cultivos, rompe con el plateado grisáceo de los olivos, sin olvidar las tonalidades más oscuras de los cipreses.

Su clima suave en la costa, contrasta con el más continental que reina en el interior y, si sus veranos son cálidos, llegar a ella en abril o mayo resulta todo un placer ya que es entonces cuando la primavera estalla quizá como en ninguna otra parte del país.

Abandonando Carrara, mundialmente famosa por sus mármoles, después Massa  y  más tarde la bella playa de Viareggio, siempre circulando por la -Riviera de la Versilia-, en un desvío de apenas diez kilómetros se llega al primer objetivo importante del viaje: Pisa.

 PISA: VISITA INELUDIBLE

De confusos orígenes (siglos V al VII a. J.C.) aunque algunos aseguran que es más antigua que la propia Roma, la ciudad de Pisa es punto de ineludible visita.

La capital de la Toscana, símbolo y cuna delRenacimiento, alberga tesoros de incalculable valor. En la imagen, la capilla de los Medici, de Miguel Ángel.

Hablar de ella es tanto como hacerlo de su torre inclinada, ya que este monumento tan bello como singular acapara, sin duda alguna, buena parte del protagonismo de la plaza del Duomo, donde se hallan también la catedral (siglos XI-XII), el Baptisterio (iniciado en 1153 y concluido en el siglo XV) y el Camposanto en el que se conservan restos de sepulcros y una interesante colección de pinturas al fresco. La famosa torre inclinada, de bello estilo románico, tiene forma cilíndrica y un total de 55,863 metros de altura con sus ocho pisos. Después de permanecer cerrada por espacio de diez años para someterla a una importante restauración, la torre vuelve a estar abierta al público, aunque parcialmente.

El Duomo o catedral es un espléndido ejemplo del románico (siglo XI).

Frente a la torre se halla el Duomo, obra maestra de la arquitectura, también perteneciente al románico. Si la belleza aflora con lujuria en sus partes laterales, el ábside y la cúpula, penetrar en su interior subyuga hasta límites insospechados, dado que los techos, naves y presbiterio son un compendio en materia de arte que tiene su remate final en el púlpito, obra de Juan Pisano.

El Baptisterio es el tercer monumento de la plaza. De planta circular, presenta tres pisos además de la cúpula, y en él sus notables dimensiones se ven aligeradas por las múltiples decoraciones góticas.

El Baptisterio comenzó a construirse en 1153 y fue concluido en el siglo XV.

El magnífico Camposanto, la plaza del Cavalieri, así como las iglesias de S. Stéfano, Sta. María de la Espina, Sta. Caterina, S. Francisco y Sto. Sepulcro, son igualmente enclaves de cita inexcusable para el visitante.

Prosiguiendo la ruta, después de Pisa en dirección al norte y hacia el interior, ésta lleva en 23 kilómetros hasta Lucca, sobrio recinto medieval rodeado de verdor donde destacan el Duomo, el palacio Mansi, la plaza Napoleone y las iglesias de S.Michele y S. Frediano.

Más adelante, tras rebasar las zonas residenciales de Montecatini y Monsummanno, muy populares por sus termas, se llega a Pistoia, para luego iniciar de nuevo el descenso hasta Prato. Bella y provinciana como pocas, pero también moderna y vanguardista, Prato es un anticipo de lo que a una veintena de kilómetros será Florencia. Su Museo Cívico, el castillo del Emperador y el Duomo son en verdad relevantes.

EL EXTASIS FLORENTINO

La capital de la Toscana, símbolo y cuna del Renacimiento, es un tesoro de incalculable valor. Una ciudad inigualable. Lo cierto es que se disparan los adjetivos superlativos a la hora de hablar del secreto encanto que encierran todos y cada uno de sus rincones. Llegar a Florencia es como adentrarse en el más fantástico de los sueños. No basta con visitarla, hay que descubrirla, extasiarse paso a paso, perderse por sus calles repletas de arte e historia y quedar embriagado de su ambiente que rezuma sabor a eternidad.

La sublime escultura del David, de Miguel Ángel, expuesto en la Galería de la Academia.

Partiendo de la famosa plaza de la Signoría hay que visitar el Palazzo Vecchio, el edificio más emblemático de la urbe y de bellísimo interior. En el salón del Cinquecento se puede admirar -El genio de la victoria- obra del escultor Miguel Angel.

Después, puede seguirse por la majestuosa Lonja de la Signoría hasta llegar a la «Galería degli Uffizi», que alberga la más completa colección de pintura italiana, reuniendo a los sublimes Tiziano, Rafael, Botticelli, Miguel Angel, Leonardo… !sensacional!

En las plazas del Duomo y S. Giovanni se ubican el Baptisterio, la catedral de Sta. Maria del Fiore con la cúpula de Brunelleshi y el fantástico Campanile de Giotto.

En el Baptisterio destacan especialmente los mosaicos del techo, así como la bellísima -Puerta del paraíso- representando escenas de La Biblia.

En el Museo de la Opera del Duomo es donde se encuentra la excepcional escultura de -La piedad- de Miguel Angel.

El Campanario, de Giotto, forma con la Catedral un conjunto de singular belleza.

Muy interesante también el barrio de los Médici, con especial atención a las esculturas de la Sacristía Nueva en la iglesia de S. Lorenzo. En el convento de S. Marcos no deben pasarse por alto las obras del Beato Angélico.

Tampoco hay que olvidar el entorno de la plaza de la Annunciata, Hospital de los Inocentes, iglesia y palacio de los Grifoni y, muy cerca, la Galería de la Academia, con el extraordinario -David- de Miguel Angel, junto a otras no menos destacadas obras.

La plaza dela Signoría de Florencia es el centro neurálgico y punto de partida de todos los itinerarios a través de la ciudad.

En el barrio de Dante hay que visitar la casa de los Alighieri, el palacio de los Bargello y a pocos pasos, la iglesia de la Santa Croce, donde están enterrados Maquiavelo, Miguel Ángel, Galilei y Rosini, y en la cual pueden contemplarse frescos de Giotto, Gaddi, Da Milano, sin olvidar las esculturas de Donatello. En un claustro contiguo se alza la capilla de los Pazzi, obra de Brunelleshi. La casa de los Buonarotti y la lonja del pescado están en el mismo barrio.

Atravesando el denominado Ponte Vecchio, el único florentino que no fue derruido durante la última guerra, se halla el palacio Pitti y detrás el jardín Boboli, la iglesia del Sto. Spírito y el Carmine (con frescos de Masaccio). Volviendo a cruzar el río Arno por el puente de la Sta. Trinitá se llega a la plaza de Sta. Maria Novella con la iglesia gótica del mismo nombre.

En el Museo de la Ópera del Duomo es donde se encuentra la famosa escultura de La Piedad, obra de Miguel Ángel.

Comentar con cierto detalle cuanto alberga la ciudad supondría tener que dedicarle páginas y más páginas, siendo por tanto bastante complicado efectuar sólo un breve resumen. Florencia es única, un lugar de privilegio donde escultores, tallistas, geógrafos, arquitectos, pintores, genios, sin duda, convirtieron sus prodigiosos trabajos en auténticas joyas de arte.

Para concluir un recorrido por la Toscana, después de Florencia hay que acercarse hasta Siena, a poco más de setenta kilómetros hacia el sur, disfrutando de lo incomparable de sus paisajes de suaves colinas adornadas con el verdor reluciente de los viñedos del Chanti.

Colonia romana que fue dominada sucesivamente por lombardos y francos en los primeros siglos de la edad media, fue donada a los Médici de Florencia y desde entonces pasó a formar parte del Gran Ducado de Toscana.

Siena es famosa en todo el mundo por las fiestas del Palio, una explosión de luz y color que hace revivir la suntuosidad de la época medieval y tiene en la Plaza del Campo, en forma de concha y al amparo de la Torre del Mangia, su centro neurálgico.

La Plaza del Campo de Siena es famosa por ser el escenario de lasa multicolores fiestas del Palio.

Toda la ciudad de Siena es también un conjunto artístico de excepcional valor. En la imagen la Catedral (Duomo)

Siena, la ciudad que fue cuna de de S. Bernardino y Sta. Catalina, es también, que duda cabe, un conjunto artístico de excepcional valor. Resulta del todo imposible encontrar en la Toscana un pueblo por recóndito que este sea, que no aporte a la región un ápice de magnificencia con una abadía o un monasterio, un vestigio románico o renacentista, un castillo o un reducto amurallado, por ello, si se dispone de más tiempo, pueden efectuarse otras rutas para llegar hasta Grosseto, Arezzo, Livorno o S. Gimignano.

A la Toscana no basta con observarla a distancia y contemplar todas y cada una de sus maravillas, hay que adentrarse en ella, vivirla intensamente y empaparse de su esplendor artístico.

Texto y fotos F.RUBIO MILÁ

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