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Bangkok, exótica y apasionante

Situada a orillas del río Chao Phraya, en las inmediaciones del golfo de Siam, Bangkok es una de las ciudades más abigarradas del mundo. Esta perla del sudeste asiático excita los sentidos y cautiva al viajero, no en balde pese a asomarse al desarrollo de la civilización occidental, sigue encerrando aún los más recónditos y exóticos misterios de Oriente.

Sin lugar a dudas, no existe ninguna otra urbe capaz de aglutinar tan marcados contrastes, un extraño y multicolor puzzle de difícil comprensión en el que habitualmente van de la mano los más sensuales placeres y una acendrada religiosidad, el lujo y la pobreza, un deslumbrante modernismo y las costumbres más ancestrales.

Casi siete millones de habitantes convierten esta “Venecia de Oriente”, así llamada por los primeros europeos que hasta aquí llegaron, en algo trepidante y estremecedor para el viajero que no da crédito a sus propios ojos ante un fenómeno de semejante magnitud.

Bajo las cúpulas doradas de los innumerables templos de Bangkok se desarrolla la intensa actividad de esta ciudad prodigiosa en la que lo divino y lo humano, lo exótico y lo convencional, se entremezclan en un fascinante caos, dando forma a una de las capitales más atractivas y dinámicas del sudeste asiático.

Las bulliciosas calles entre las que trata de abrirse paso un tráfico caótico, por contra el silencio y la tranquilidad reinantes en la infinidad de templos que salpican cada rincón de la ciudad, coches fastuosos, bellísimas mujeres -se asegura que son las más bellas de todo el continente asiático-, monjes, mendigos y gentes de variopinta condición social a las mismas puertas de los lujosos hoteles, confortables oficinas y los mejores centros comerciales… Algo tan heterogéneo y sugestivo que a diario se pone en marcha con las primeras luces del alba, o que quizá nunca deja de estar en pleno apogeo si se tiene en cuenta que hasta altas horas de la madrugada prolifera la febril actividad en algunos barrios, aquellos que albergan multicolores mercados en los que puede encontrarse absolutamente de todo y a cualquier precio.

Bangkok puede provocar en quien trata de descubrirla sentimientos opuestos, ahora bien, nunca deja indiferente. Puede parecer una frase hecha, pero es una palpable realidad.

TEMPLOS, PALACIOS Y MONASTERIOS

A ambos lados del río Chao Phraya se esconden magníficos lugares que justifican un paseo por sus orillas. Un recorrido para empaparse de cultura thai, de su historia y de su monarquía.

En pleno corazón de la Krung-Thep como la conocen los propios tailandeses, el inmenso recinto amurallado del Palacio Real supone un oasis que rezuma misticismo a cada paso. Es aquí precisamente donde mejor se manifiesta el auténtico esplendor del legendario reino de Siam.

Pasear por el amplio recinto del Palacio Real, rodeado del más profundo recogimiento y en medio de un clima expectante sólo roto por el murmullo de los turistas, los clics de las máquinas fotográficas y el rezo de los monjes, es tanto como acercarse a los orígenes de este apasionante país y tratar de conocer su exuberancia artística, fruto de una religión sólidamente arraigada en sus gentes. En pocos lugares del mundo se encuentra una concentración de arte y lujo como la del conjunto arquitectónico del Gran Palacio Real, el cual sólo se utiliza para las ceremonias oficiales.

Todos y cada uno de los templos (que son casi cuatrocientos), los gigantescos guardianes que custodian sus puertas, la riqueza de toda índole que aflora en sus paredes exteriores y techos dorados con agujas puntiagudas, componen una sinfonía de luz y color bajo un prisma de manifiesta grandiosidad que resulta, sin duda, inolvidable para el visitante.

De forma similar a como sucede en las iglesias de Occidente, los templos y monasterios thai no son sólo lugares de oración, sino que en ellos se imparten enseñanzas y al mismo tiempo en su interior se recogen importantes tesoros artísticos.

El Wat Phra Keo o templo del Buda de Esmeralda es el que atrae un mayor interés por la extraordinaria belleza de todo su contenido y por la presencia en la Capilla Real de una muy venerada imagen de Buda tallada en jade, atribuida a unos artesanos de Chiang Rai (siglo XV). Vale la pena descalzarse como es preceptivo y penetrar en su interior para contemplar esta auténtica desmesura de arte oriental.

El Wat Po es otro de los templos, se asegura que el mayor de la ciudad, en el cual se alojan casi cuatrocientas imágenes de Buda en sus galerías y, además, otra fenomenal escultura, en ésta ocasión reclinada, de cuarenta y cinco metros de longitud (está prácticamente encajada dentro del edificio), construida en yeso, pero recubierta con panes de oro adquiridos con donativos de los fieles. Las plantas de sus enormes pies están decoradas con dibujos de madreperla que representan las más de cien atribuciones de esta divinidad.

EL PLACER DE DISFRUTAR LA NOCHE

Deambular por esta frenética y curiosamente llamada «ciudad de los ángeles», incluye también una ineludible visita a los magníficos templos de Saket o Arun, la bella pagoda del santuario de Lak Muang, o la casa de Jim Thompson, el americano que le dio nuevo impulso a la industria de la seda después de la II Guerra Mundial, y en la que se exponen toda una serie de antigüedades asiáticas de gran valor.

Todo ello sin olvidar la fábrica de muñecas, los mercados de flores y plantas que tienen a la orquídea como reina y símbolo del país, o bien un recorrido acuático a través del Chao Phraya y sus canales, con infinidad de embarcaciones de todo tipo surcando sus aguas, desde los clásicos sampanes a remos o vela hasta barcazas para turistas y piraguas-taxi de transporte rápido.  Otro mundo realmente atractivo.

Sin embargo, cuando cae el siempre acogedor manto de la noche sobre la ciudad, Bangkok cobra una nueva vida para convertirse en un paraíso que deja entrever sensuales e inimaginables fantasías.

No hay tiempo para el reposo, y si durante el día los templos, pagodas y monumentos ocupan todas y cada una de las horas del viajero, con el crepúsculo llega el momento del sanuk o lo que es igual, la diversión. La nocturnidad silenciosa de la capital tailandesa está envuelta de multitud de placeres y tiene una bien ganada fama en todo el mundo, ya que el embrujo de esta ciudad milenaria se transforma en un ambiente tolerante que fascina minuto a minuto.

Resulta poco menos que obligado acercarse al mercado de Patpong y una vez en él, abriéndose paso entre la multitud de personas que lo abarrotan, hay que dedicarse a observar. Naturalmente siempre se acaba comprando algo, pero el sólo hecho de observar ya es una auténtica orgía para los sentidos.

Relojes, telas, videos, muñecos, joyas, tallas de madera, pinturas… Auténtico o falso poco importa, lo interesante es regatear, discutir, engañar o ser engañado. Un juego en verdad apasionante.

El mercado se ubica en el centro de la calle mientras que a ambos lados, puerta con puerta, se alternan y rivalizan bares, burdeles, casas de supuestos masajes y discotecas que dejan escapar una música ensordecedora y prometen lujuriosas aventuras. El ambiente más excitante. Y sobre todo, mujeres, infinidad de mujeres que tratan de cautivar siempre con una sonrisa, una encantadora sonrisa, mujeres que son en verdad profesionales del sexo, en la mayoría de los casos adolescentes con una mirada que deja entrever cierta ingenuidad y una enigmática dulzura, las cuales muy posiblemente fueron vendidas de niñas para que su familia pudiese sobrevivir y que hoy son auténticas embajadoras de este singular paraíso de placer.

Inmersos en este mundo que subyuga a todas luces, a no dudarlo siempre hay que saber valorar cada oferta y, por supuesto, desconfiar en la mayoría de ocasiones. Igual que existen tugurios, lógicamente también hay locales que ofrecen buenos espectáculos eróticos y salas en las que se puede recibir un reconfortante masaje, excelentes restaurantes y cafeterías en las que tomarse una copa, saborear el ambiente y gozar en suma de una velada agradable.

Tailandia sabe conservar sus costumbres y tradiciones, fiestas, folklore y su rica gastronomía, sin menospreciar su valiosa artesanía. De todo puede disfrutarse con amplitud.

Como puerta principal de entrada a Tailandia, Bangkok proyecta un irresistible encanto y en ella el visitante encuentra siempre un lugar mágico capaz de cautivar la imaginación.

EL ENCANTO DE LOS MERCADOS FLOTANTES

Pese al tópico, los mercados flotantes siguen siendo uno de los grandes atractivos tailandeses y especialmente de Bangkok y sus alrededores. En sus canales o klongs se pueden ver los personajes más típicos de la ciudad, en medio de una intensa actividad comercial que se inicia a primeras horas de la mañana.

En los canales de Thonburi, apartado de las grandes vías de agua, más concretamente en el klong Bang Khu Wiang tiene lugar un pequeño mercado flotante que ha conseguido guardar el sabor de lo más tradicional, no tanto por el volumen de las mercancías, sino por los personajes que recorren los distintos puestos móviles, especialmente los de comida que ofrecen delicados manjares a todo el mundo, cocinando en sus pequeñas e inestables embarcaciones. El mercado se inicia de madrugada.

En el canal que lleva el nombre de Damnoern Saduak, a las afueras de Bangkok y cerca de Nakhon Pathom, tiene lugar un mercado flotante que posiblemente sea el más interesante y multicolor. Realmente son tres los mercados de la zona. Talaat Ton Khem y Talaat Hia Kui son los dos principales ubicados al lado del mismo canal. En ellos no falta de nada y se vende absolutamente de todo. Se trata de un inmenso bazar donde compiten los regalos lujosos con las simples baratijas.

Tomando los servicios de un taxi fluvial, se pueden recorrer muchos canales como si de callejuelas se tratara. Un poco más al sur se encuentra el Talaat Khun Phitak, donde se conserva mejor la atmósfera tradicional de estos mercados. La visita a este mercado puede completarse con el recorrido por el Chedi de Phra Pathom, uno de los monumentos budistas más elevados del mundo con sus casi 130 metros de altura, y con un agradable paseo por el parque Sanam Cha, adyacente al Palacio de Rama IV.

UNA EXCELENTE INFRAESTRUCTURA HOTELERA

Pocas ciudades del mundo pueden ofrecer una gama de hoteles de lujo tan amplia. A la poderosa ostentación del mundo asiático, hay que unir la funcionalidad de las grandes cadenas de hoteles internacionales.

En lo referente a la gastronomía hay que apuntar que comer es la actividad posiblemente más fácil de realizar en esta ciudad. En cualquier lugar hay un restaurante o un puesto de comida. Bangkok es el lugar apropiado para probar la deliciosa cocina thai, apreciada en todo el mundo por su variedad y su rica condimentación.

Y en el apartado del shopping, una auténtica locura. Bangkok ofrece infinitas posibilidades para todo el mundo. Lejos del tópico, muebles, antigüedades o grandes piezas de artesanía son los atractivos más excitantes, a los que hay que añadir unos precios que rayan en lo increíble.

A la singular belleza de las atracciones culturales e históricas del país, se añaden otras como las del mar y la playa, las cuales se pueden disfrutar a lo largo de sus más de dos mil quinientos kilómetros de costa generosamente salpicada de bahías, grutas e islas idílicas. Un paisaje realmente cautivador.

Descubrir la diversidad topográfica de las playas tailandesas, así como el amplio abanico de ofertas por lo que a estilo de vacaciones se refiere, constituye otra apasionante experiencia y siempre teniendo como constante un extraordinario clima tropical.

Las playas del golfo de Tailandia están un poco más desarrolladas que las del sur. Tal es el caso de Pattaya, la cual se ha convertido en los últimos años en un destino vacacional por excelencia, no en balde tiene una reconocida fama por las múltiples actividades marítimas que pueden practicarse durante el día, sin olvidar el ambiente lúdico que reina durante las cálidas noches.

Pattaya pone cierto énfasis en la diversión, no obstante, si lo que se pretende es buscar un rincón tranquilo y relajado, nada mejor que Hua Hin y Cha-Am en la costa occidental, en el lado opuesto del golfo, donde se ubican las clásicas localidades balnearias.

Conocer la excitante Bangkok es sin duda muy interesante, como también lo es viajar hacia el norte, hasta Chiang Mai y Chiang Rai en el corazón del llamado -Triángulo de Oro-, sin olvidar el legendario río Kwai o las ruinas de la antigua ciudad de Ayutthaya, pero no menos fascinante resulta poder disfrutar de las playas e islas tailandesas en unas jornadas dedicadas al descanso absoluto. Combinar ambas cosas puede significar el hecho de poder vivir las vacaciones más extraordinarias. Un viaje inimaginable.

Posiblemente, Bangkok expresa más que cualquier otro punto del país la misteriosa habilidad para mezclar lo ancestral con lo rabiosamente moderno. Cosmopolita, pero siempre respetuosa con la influencia del pasado que invade lo cotidiano y, por supuesto, capaz de envolver en el sueño más fantástico a quien pretende descubrirla.

F.Rubio Milá

 

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