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Biarritz (Lucía Díez Cadavid)

“El reclamo turístico de este enclave costero incluía el atractivo surfero con el que me encontré nada más poner un pie en bendito lugar, un aire relajado que contrastaba con el ansia de los surfistas por encontrarse o reencontrarse con su ola. También, el ambiente distinguido que, rodeando el mundo del golf, sostiene un handicap sólo apto para categorías señoriales. El juego, la avaricia, el derroche y otros atributos del azar, con los que tentar la suerte en el Casino, se sitúa en el limbo entre la tierra y el mar, como una dicotomía entre el bien y el mal…

Entonces espero el ocaso, para añadirlo a mi colección. Me sobrecojo con el elegante atardecer. ¡No puedo pedir más!

Pero en el paseo de regreso, me pierde la inconsciencia y me dejo llevar por el sendero de lucecitas que bordea un pequeño acantilado hasta el estrecho puente que cruza hasta un islote. Cuando me decido a tragarme el miedo de que una ola caprichosa decida arrastrarme, arranco con energía para cruzarlo y deleitarme con una vista que enamora. Sensual y radiante.

Así es cómo esta noche descubro el lado más romántico de Biarritz. Y tal vez, el mío.”

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