Reportajes

Increíble Myanmar: Esos rostros, esas miradas…

 A los que nos gusta viajar, o más bien, a los que necesitamos viajar para vivir, nos gustaría ser los primeros en llegar a un destino y encontrar un lugar virgen donde poder disfrutar de sus gentes y sus costumbres sin que nadie lo haya viciado antes.

 Por lo poco que había leído, Myanmar, antes llamada Birmania, era uno de esos países, que aunque no podemos llamarle virgen en sí, sí podemos confirmar que aún no ha sido “conquistado” por la multitud turística y las consecuencias que ello trae. Como gran causa para esta sequía turística era su inestable situación política. Es verdad que hay gente que piensa que no se debe visitar este país para no darles “dinero” a los militares que lo controlan, pero solo tengo que decir después de mi visita que sus gentes están por encima de todo esto y necesitan y merecen que los visitemos.

 Ser un país poco visitado y lo que habíamos leído sobre su gente nos hizo situarlo en el punto de mira. Desde luego no es el país más cómodo de visitar de Asia, pero su gente y sus increíbles paisajes te hacen olvidar esas incomodidades.

 Nuestro viaje fue del 25 de junio al 2 de julio de 2010. Pocos días, la verdad, pero intensos. En tan aparentemente pocos días íbamos a visitar un país que jamás olvidaremos y que seguramente volveremos a visitar pronto.

 Dado el poco tiempo disponible y la lentitud de los transportes locales decidimos contratar todo nuestro tour por el país con una agencia local, Santa Maria Travels. Sin duda un acierto haber tomado esta decisión y desde que llegamos al aeropuerto de Yangon hasta que de nuevo nos dejaron allí para volver a España todo fue sencillamente perfecto.

 Nuestro recorrido estaba prácticamente marcado por la cantidad de días que íbamos a estar allí. Empezamos en Yangon, para dirigirnos a Bagan y sus increíbles llanuras repletas de Templos, siguiendo hasta la montañosa Kalaw desde donde llegaremos hasta el increíble Lago Inle y sus pobladores. Desde aquí volveremos a Yangon para regresar a España.

 Este viaje fue como una buena película, con la que estas disfrutando cada minuto y va a mas y a mas y no quieres que se acabe. No es un país de grandes museos, ni de grandes   edificios emblemáticos, ni de grandes templos gastronómicos donde deleitarnos con finos platos. No es nada de eso, y eso es lo que íbamos buscando.

 Desde un principio, con nuestra guía Momo, pudimos observar lo que nos depararían esos días por este país y como sus gente nos enamorarían a cada minuto de estar en el. Es cierto que hemos visto paisajes increíbles, de esos que se quedan grabados en nuestro corazón. Pero sin dudarlo ni un instante lo que más nos ha llegado han sido sus gentes.

 Por suerte he viajado mucho y suelo volver a los lugares que me dejan huella, a algunos muchas veces, quizás demasiadas. Puedo asegurar sin equivocarme mucho que cada viaje es distinto, aunque visites los mismos sitios. Nunca es igual, nosotros no somos iguales siempre, ni vamos con el mismo estado de ánimo, quizás cambie la compañía, el momento en tu vida, cualquier detalle hará que puedas volver al mismo destino años mas tarde y todo sea diferente. A veces mejor, otras peor, otras simplemente diferente.

 Creo que ahora es el momento de visitar Myanmar, y disfrutar de su amabilidad, de sus bellezas naturales sin explotar aun.

 Entre los sitios que visitamos fue increíble poder ver atardecer entre cientos de templos en las llanuras de Bagan, subidos a uno de ellos. Ese solo momento ya hubiera merecido el tortuoso viaje para llegar hasta allí desde España. Esa hora más o menos que estuvimos viendo caer el sol con ese paisaje indescriptible, con ese silencio y  subidos a uno de los templos más altos para tener una perspectiva más amplia, además de estar tan solo acompañados por un par de viajeros más, hicieron de ese momento algo increíble.

 No hay que perderse esta ciudad, pasear por sus mercados locales y deambular por entre sus templos encima de un rústico coche de caballos, donde el asfalto esta suplantado por una gruesa capa de tierra roja.

 Mi pasión por los trekkings está algo reñida por mi poca actividad física en mi ciudad y mi afición a la buena comida. Aun así, no podíamos dejar pasar algo de lo que más tarde me alegraría muchísimo, pero que en el momento de realizarlo sacó alguna de mis peores frases de mi boca. Hicimos un increíble trekking por las montañas de Kalaw, con unas vistas que te hacían sentirte vivo, pero que a lo largo de los minutos y sobre todo del grado de dificultad de la pendiente, hicieron que cada vez con menos metros de distancia entre ellos, tuviera que hacer paradas “técnicas” para poder completar aquel, para mí, desafío. Ni que decir tiene que, aun cuando yo llegué, porque llegué, al poblado que era nuestro destino final y necesité algo más de 15 minutos para poder vocalizar alguna palabra intelegible, el guía que nos llevó, aun con unas chanclas como calzado de montaña, ni tan siquiera soltó una mísera gota de sudor.

 Pasear por ese poblado, entrar en casa de algunas familias, compartir un té con ellos, hablar unas palabras a través del guía, poder visitar un colegio y ver la cara de felicidad que hemos provocado en esos niños sacándolos de la monotonía diaria, poder darles un regalo en forma de bolígrafos, cuadernos, gomas de borrar, cantar una canción con ellos, ver sus caras de felicidad una y otra vez, todo eso hizo que esas 4 horas de sufrimiento para subir allí hayan quedado en nada.

 Las distancias, aunque no son muy largas en kilómetros, si lo son en horas. Las carreteras están generalmente en mal estado y la circulación es muy lenta. Aún así, los trayectos no se hacen largos, porque fuimos parando en los poblados para visitar sus mercados, en sus Monasterios para visitar sus monjes, que hay miles, y el viaje se hace ameno.

 Después de Kalaw fuimos a visitar otro de los lugares imperdibles de Myanmar, el lago Inle. Con sus lanchas y sus motores ruidosos para transitar por el lago, y sus casas apostadas en medio del lago, y sus monasterios, toda la vida de esta zona del país está de una u otra forma dirigida por el lago. Todo gira en torno a él.

 El hotel donde estuvimos, el Myanmar Treasure Resort, está situado literalmente en medio del lago Inle. La única forma de acceder a él es mediante esa especie de canoas motorizadas que se usan allí. Sus habitaciones son como una especie de bungalós y todo el hotel está sobre cimientos de troncos encima del lago. Es realmente espectacular poder ver ponerse  el sol en ese lugar. Aun cuando el hotel disponía de bastantes bungalós, en las dos noches que estuvimos allí tan solo nos cruzamos con otra pareja más de viajeros. Y siendo así, no había que preocuparse por los servicios del hotel, ya que todo estaba activo, tal y como si el hotel estuviera lleno.

 Los dos días los utilizamos en visitar algunos de los pueblos de los alrededores, algunos mercados increíbles y algún que otro templo. Para llegar al mercado por ejemplo tardamos una hora y media en barca. Recuerdo que a la vuelta al hotel después de un largo y emocionante día de visitas, empezó a llover sin parar. Esto unido a la velocidad de la barca hizo que tuviéramos que guardar todo el equipo fotográfico en las mochilas impermeables, ponernos los chubasqueros y pasar más de una hora sintiendo el agua caer en nuestras caras mientras la lancha avanzaba hacia el hotel. Es verdad que llegamos empapados de pies a cabeza, pero también es verdad que el momento fue irrepetible.

 Desde aquí nos fuimos de nuevo a Yangon, que aun no habíamos visitado, ya que a la llegada fuimos directos a Bagan. Siendo una ciudad con poco que ver o hacer, pudimos observar una de las joyas del país, la pagoda Shwedagon, una inmensa pagoda en donde está la impresionante estupa Shwedagon Paya de 100 metros de altura y que está cubierta con un baño de oro. Es la pagoda más sagrada para los budistas del país por tener en ella algunas reliquias de Buda.

 El viaje se terminaba. Fueron 8 días intensos y emocionantes que jamás olvidaremos. Este país te impregna tranquilidad, quietud, y te hace ver la vida desde otra perspectiva. Siempre, cuando el avión empieza su despegue, desde algún sitio que me ha tratado así prometo volver a él y hasta hoy siempre he cumplido mi promesa.

Texto y fotos: Marcos Cánovas

 

 

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