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Japón (Regina Asunción Ramos)

Hablar de Japón es hablar de otro mundo, otra cultura, otro modo de entender la vida, la familia, el trabajo…Y, para una enamorada de los viajes como yo, mi escapada por esas lejanas tierras supuso una de las experiencias más maravillosas que me ha brindado la vida.

Una vez decidido que vas a estar más de 10 horas de vuelo, no puedes limitarte a visitar Tokyo y Kyoto. Japón es mucho más.

Desde que pones un pie en suelo nipón, todo se transforma. En las escaleras del mismo aeropuerto de Narita ya debes caminar pegado a la izquierda; tienes que descalzarte en casa;  los besos y abrazos se sustituyen por inclinaciones en señal de respeto; te inundan los carteles y señales en kanji; la palabra más escuchada es “Irasshaimase”; el metro se llena de gente con mascarillas sanitarias; el de rasgos extraños eres tú; y la cámara de fotos está en tus manos, no en las suyas.

Los baños son de lo más llamativo para cualquier visitante.

Desde la placa turca en el suelo, aún habitual en aseos públicos como en Yoyogi Park o en Inari, en los caminos marcados por Torii que recorren las colinas ascendiendo hacia el templo; Pasando por los denominados “baños occidentales” (los que podemos considerar “normales” y curiosamente los más usados por los japoneses); O los inodoros con bidé, más conocidos por su marca comercial TOTO que, huelga decir, no nos dejan indiferentes con su múltiple botonadura y servicios.

Otro rasgo diferenciador en Japón es la comida. Llama la atención su presentación en platos de plástico que se muestran en los escaparates de los restaurantes, lo que facilita la comanda especialmente en poblaciones donde la carta se muestra únicamente en japonés.

 Si bien en España parece tenerse el erróneo concepto de que la comida japonesa se basa fundamentalmente en el sushi, la gastronomía del país es muy rica. Cierto que la variedad de sushi es amplia, y que no puedes marcharte sin probarlo en el mercado de Tsukiji.

Pero hay otras delicias culinarias en carne, pescado, etc. de muy diversa elaboración:

Agemono (pollo, cerdo…frito. Lo probé mi primer día por la zona de Yanaka aunque repetí entre otros sitios en Asakusa, y, curiosamente, comprados en pequeños puestos de comida para llevar).

Yakitori (especie de brocheta o pinchito de pollo a la plancha y normalmente aderezado con salsa Teriyaki, delicia que probé en Osaka. Eso sí, es interesante que sepas defenderte en el manejo de los palillos porque no en todos los restaurantes tienen la opción de los cubiertos).

Sopas como la de Miso o Ramen, tallarines en abundante caldo. Podríamos decir que es el plato estrella para los nipones, y cuyo cuenco elevan hasta la altura de su boca para poder acelerar el ritmo de “palilladas” por segundo para devorarlo con celeridad.

Mochi (bola de arroz que si bien me fue altamente recomendada y probé con ansia en Nara, he de reconocer que no llegó a convencerme en absoluto)

Ningyoyaki (delicioso dulce de pequeño tamaño moldeado con la cara de uno de los dioses de la fortuna o también de personajes de animación populares. Estos pasteles son  muy típicos en la zona comercial de Asakusa, y no puedes resistirte a ellos tanto por el delicioso aroma que impregna las calles como por su sabor)

Okonomiyaki (conocido como la pizza japonesa. Una grata sorpresa para mí por su explosión de sabor y que descubrí en uno de los restaurantes de la zona comercial de la estación de tren de Kyoto)

Y ¡qué decir de la bebida! Sin olvidarnos del té o del sake, hay que hacer mención especial a las máquinas expendedoras que encontramos en cualquier esquina con multitud de refrescos de llamativos colores y, cómo no, la omnipresente y rica cerveza Asahi.

Y dejando el tema culinario, si nos centramos en Tokyo, como capital recoge los más variopintos elementos.

Podemos encontrarnos desde el majestuoso Palacio Imperial con su extenso jardín oriental; Al universo Helo Kitty, que inunda calles y tiendas, con parque de atracciones propio y presente incluso en la mismísima Bolsa de Tokyo;  Los bellos y tranquilos jardines japoneses donde celebran la ceremonia del té; La isla artificial de Odaiba; El mercado de pescado más grande del planeta,  Tsukiji (de obligada y muy madrugadora visita, y donde se vendió recientemente el atún más caro del mundo); Roppongi, zona de vida nocturna y en la que podemos encontrarnos una Torre Eiffel y un World Trade Center Bldg.; o, cómo no, Disney Tokyo, el más puro estilo americano en pleno corazón nipón.

Pero vayamos poco a poco.

Un punto de encuentro sin duda de Tokyo es el metro, uno de los lugares más transitados de la ciudad. Las interminables y perfectamente ordenadas colas que se forman a la espera de coger el metro correspondiente, especialmente en hora punta, son un claro reflejo de lo metódicos que son los nipones. Curioso lo de los “empujadores de metro”, que pude comprobar que no se trata de una leyenda urbana, al igual que sucede con los vagones exclusivos de mujeres que hay en algunos metros de la ciudad y en el que, en ciertas horas del día (que corresponden con las horas punta de entrada y salida del trabajo) sólo pueden entrar féminas.

Y si esto nos parece llamativo, una visita imprescindible a realizar es el cementerio de Yanaka, por lo singular de sus tablas de madera y lápidas conmemorativas, completamente distinto al concepto de camposanto que tenemos.

Cercano al cementerio encontramos una vieja zona residencial y comercial con santuarios y templos, digna de ser visitada, y que supone un contraste perfecto con las calles inundadas de luces de neón y grandes pantallas.

Precisamente una zona de altos edificios con grandes pantallas y neón, y donde se encuentra el más transitado y famoso cruce del mundo es Shibuya. En este cruce confluyen peatones en cuatro direcciones y es digno de ser atravesado y, si es posible, grabado. Está en una zona comercial y de entretenimiento muy de moda entre los jóvenes, y donde destaca el centro comercial Shibuya 109.

Pero si hablamos de zona comercial, hay que destacar Omotesando, calle de comercios de lujo con el gran centro comercial Omotesando Hills, en gran contraste con Takeshita, calle llena de vida y de pequeños restaurantes y comercios donde podemos encontrar principalmente productos falsificados.

Otra zona comercial, a destacar es Akihabara Electric Town (en Chiyoda), aunque en este caso se trata de productos electrónicos, ordenadores, cámaras, videojuegos, enormes tiendas de varias plantas de mangas (comic japonés), múltiples karaokes (imprescindibles para los japoneses); los Pachinkos (especie de casinos con máquinas de juegos); etc.

En estas calles es habitual encontrarnos a muchos jóvenes conocidos como cosplay, que son los que visten como algún personaje de anime, videojuego, película, etc. Son francamente sorprendentes. De hecho hay numerosos restaurantes cosplay e incluso los denominados Maid café, caros restaurantes temáticos donde las camareras van elegantemente vestidas con trajes de sirvientas.

Pero más que sus zonas comerciales, la singularidad del país nipón la marcan sus castillos y numerosos templos y santuarios.

A pesar de ser una población tremendamente religiosa, es significativo que la religión en Japón no esté muy definida. Los japoneses incorporan detalles de distintas religiones (budismo, sintoísmo, cristianismo…). Así podemos encontrarnos multitud de templos sintoístas y budistas siempre llenos de fieles devotos purificando sus almas, en contraste con las tiendas y centros comerciales decorados con árboles navideños y otros adornos propios del cristianismo.

Del mismo modo es muy habitual hallar en las proximidades de templos y santuarios a hombres y mujeres vestidos con kimonos. Si tenéis la oportunidad de viajar hasta este país comprobareis que os resulta imposible no pedir a una de estas familias que se fotografíe con vosotros. Es una bella y curiosa estampa.

Retomando el tema de los santuarios, quisiera destacar el polémico santuario sintoísta Yasukuni, símbolo del militarismo y nacionalismo japonés.

Y, por supuesto, el bello y gran Templo Senso-ji, con su pagoda de cinco pisos, en Asakusa, distrito muy turístico y, desde mi punto de vista, uno de los más interesantes de Tokyo. Alrededor del citado templo se alinean numerosas pequeñas tiendas que venden suvenir de todo tipo: máscaras, camisetas, abanicos, maneki neko (el famoso gato de la suerte japonés que mueve su brazo), espadas japonesas (ya sean auténticas, con su certificado correspondiente para presentar la solicitud si vas a viajar al extranjero, o alguna copia de espada como la que traje de recuerdo a casa)…y, cómo no, deliciosos dulces recién horneados a los que antes me referí y que envuelven con su aroma las calles.

Una curiosidad que encontramos por esta zona (si bien no en exclusiva) son los Jinrikisha, una especie de carruaje o cochecito ligero de dos ruedas arrastrado por una persona a pie, muy usado por los turistas para recorrer las calles.

Otro santuario a mencionar es el de Meiji Jingu, sintoísta y dedicado al emperador Meiji en el que adquirí algún amuleto que, dicho sea de paso, no me ha surtido aún mucho efecto…. En dicho santuario tuve el honor de ver, eso sí con cierta distancia, al Emperador y a la Emperatriz de Japón. Dicho santuario se encuentra situado junto al extenso parque Yoyogi.

Y es que otra de las señas de identidad de Tokyo son sus inmensos y bellos parques como Ueno , Hibiya, Kitanomau o el mencionado Yoyogi, donde puedes encontrar a personas de lo más variopintas,  bailando, representando obras teatrales, tocando instrumentos musicales, jugando a múltiples deportes, etc. Todo un espectáculo en el que sumergirse.

 Pero como dije al principio, Japón es mucho más.

Kyoto, con sus múltiples templos como el de Sanjusangendo y las famosas geishas (prohibido marcharse sin asistir al espectáculo de Gion Corner).

Inari, con sus zorros de babero rojo y los caminos marcados por Torii (que se mostraban en la película Memorias de una Geisha).

Owakudani, con sus huevos negros cocidos en las aguas sulfurosas, y sus impresionantes vistas al monte Fuji.

Nara, capital en el Japón medieval, famosa por sus templos antiguos y por su parque, donde los ciervos campan libremente.

Shirakawago, con sus peculiares casas de tejado de paja.

Osaka, esa ciudad futurista que inspiró a Ridley Scott para ambientar su admirada Blade Runner.

Kobe, con su bello puerto y su exquisita y prohibitiva carne.

Miyajima, con su bella puerta de Otorri.

Himeji, con su castillo símbolo del Japón medieval.

Nikko con su gato durmiendo y sus tres monos sabios.

Kanazawa, con sus tradicionales calles samurái.

Hiroshima,  proclamada Ciudad de la Paz y donde aún se contemplan los vestigios de la devastadora bomba nuclear.

Takayama, con sus destilerías señalizadas por una bola de hojas de cedro, sus carrozas y el templo Zenkoji, donde por un módico precio puedes dormir en un auténtico templo de paredes de papel…

Y, dada la peculiaridad de estos bellos lugares, me gustaría hablar detenidamente de mi experiencia en cada uno de ellos en próximas entradas.

Porque Japón es más, mucho más. Es tradición y modernidad, es belleza, tranquilidad, respeto por los mayores, amor al trabajo, devoción por la familia…y, cómo no, el bello arce rojo.

Regina Asunción Ramos

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