Madrid en Metro

LÍNEA 1 METRO DE MADRID: Las estaciones

 Pinar de Chamartín –   Bambú –  Chamartín  – Plaza de Castilla – Valdeacederas – Tetuán –     Estrecho – Alvarado –   Cuatro Caminos –   Ríos Rosas –   Iglesia –  Bilbao –    Tribunal –  Gran Vía –    Sol – Tirso de Molina –    Antón Martín –    Atocha –   Atocha-Renfe –   Menéndez  Pelayo –Pacífico-   Puente de Vallecas – Nueva Numancia –  Portazgo –  Buenos Aires –  Alto del Arenal – Miguel Hernández – Sierra de Guadalupe – Villa de Vallecas –   Congosto – La Gavia –  Las Suertes- Valdecarros

PINAR DE CHAMARTÍN (1)

A la vetusta línea 1, que fue la primera en la concepción y realización de los fundadores de la red de Metro y cuyo tramo inicial de Sol a Cuatro Caminos tanto ha crecido, en la actualidad, por ahora y después de los últimos alargamientos, se he ha hecho llegar a una estación a la que se le ha denominado “Pinar de Chamartín”. De ella parte además un Metro Ligero –el número uno- con lo que sus usuarios tienen clara vocación de progresión e incremento.

Entre tantas consideraciones como podrían sugerirse al tomar el Metro en esta estación y ver la proyección y el recorrido de la línea 1 que ella encabeza, hay que adelantar el dato de que su nombre es en plenitud medioambiental. Los pinos: “árboles de la familia de las abietáceas, con las flores masculinas y femeninas separadas en distintos ramos y cuyo fruto es la piña”, vuelve a hacerse presente en el callejero de Madrid y se prestan a intitular las estaciones del Metro, como en los casos de Pinar del Rey y de Pitis. Tanta insistencia ecológica y de naturaleza en la red del Metro es de agradecer por parte de sus potenciales usuarios…

Además en nuestro caso, la línea 1 que se echa a correr a la sombra de todo un “Pinar”, si nos decidiéramos a acompañarla hasta su terminación, seríamos merecedores de disfrutar en Valdecarros al menos de alguna parte del contenido que porta su nombre y que hace explícitas referencias a Vade –“valle”- y a “carro” en su más específica identidad con lo rústico, llano, espontáneo y natural.

El sobrenombre de “Chamartín” que distingue e individualiza al “Pinar” de la primera de las estaciones de la primera línea del Metro, tal como tendremos ocasión de comentar, concentra un contenido viajero de procedencia posiblemente religiosa que, acompañados por San Martín, el santo eminentemente caminante, le confiere a cualquier camino esencias de “peregrinaje”. Salidas: Arturo Soria (C/ Arturo Soria, 33); Ascensor (C/ Arturo Soria, 330).

BAMBÚ (1)

Nuestra intención en esta ocasión es prestarle ayuda a los usuarios del Metro a su paso por la estación que lleva este nombre con el fin de que la ampliación de sus conocimientos lo haga aun más fructífero y no se reduzca a subir o a apearse en la misma y al alcanzar el destino propuesto. Poder percibir una lección de flora aun en el Metro y en los tiempos tan inclementes que vivimos, es digno de agradecimiento.

Por razones difícilmente cognoscibles en esta ocasión a una calle del barrio se le dio el nombre de Bambú y este término botánico pasó con el tiempo a designar la nueva estación. La lección que nos proporciona este hecho tiene incontables valores, dependiendo de la perspectiva en la que nos situemos. “Bambú” es voz árabe de procedencia malaya. Originaria de la India, su planta se presenta como una caña articulada tan ligera como resistente. De la misma están registradas unas 200 especies que se crían preferentemente en Asia, aunque también en África y América y que puede aclimatarse también en Europa. Dato importante es que lo mismo puede criase a nivel del mar que en las alturas que ronden los 3.000 metros de los alrededores del Himalaya, o en los 5.000 de los Andes. Los usos que proporciona la planta son extraordinariamente diversos, de gran utilidad para los mástiles y la viguería, lo que explica que, por ejemplo, en China, pueblos enteros se construyan con bambú. Tallas, escaleras, enrejados y tejados pueden ser de bambú. También con sus raíces se hacen bastones, cañas de pescar, al igual que de su tronco se confeccionan vasijas, cajas y hasta tambores. Algunas especies proporcionan pasta de papel  y los brotes de todas ellas son manjar exquisito y por sus nudos destilan ciertas cantidades de azúcar.

Poder aprender las lecciones plurales de solidaridad y aprovisionamiento que tiene el bambú, gracias a recordar este nombre en el Metro, es de utilidad y provecho. Salidas: Bambú (C/ Bambú frente n. 14); Ascensor (C/ Bambú frente n. 14).

PLAZA DE CASTILLA (1)

En tiempos hispánicos preautonómicos había dos Castillas –de “castellum” o “tierra de castillos”-. Una “Vieja” y “Nueva” otra. Después siguieron siendo dos, pero la primera con el nombre ya constitucional de “Castilla y León” y la segunda con el de “Castilla-La Mancha”. Nuestra Plaza de Castilla hace referencia explícita a la Castilla la Vieja, en cuyo pequeño territorio de la antigua Bardulia, en las cuencas altas del Ebro y Pisuerga, cuya capital era Amaya –“peña fortísima”- fuera repoblada en el 860 por el Conde Rodrigo por orden del rey Ordoño I, declarada independiente por el también Conde Fernán González que viviera entre los años 923-970.

Precisamente de este lugar en el que hoy se halla la plaza partía la carretera conocida como “La Mala –“camino de posta”- de Francia” que llevaba por Castilla hacia este país, después de haberse detenido en Burgos, ciudad conocida como “Capital y Cabeza de Castilla”. Huelga referir, por tanto, que lo mismo el largo paseo madrileño de la Castellana como la Plaza de Castilla se convierten en ejes viarios de castellanidad y europeísmo.

La estación de Metro que lleva este nombre es de las más frecuentadas e importantes de la red. Multitud de usuarios se apean en la misma para seguir su viaje por cualquiera de las líneas de autobuses de su intercambiador, el más importante de España. Muchos más son los que judicialmente se dan cita en el edificio de los “Juzgados de Madrid” y artísticamente en el Centro de Arte Canal de Isabel II.

Otros usuarios se detienen para contemplar el monumento erigido por suscripción popular en julio de 1960 en honor de don José Calvo Sotelo, cuyo proyecto firmaron el arquitecto Manzano Monís y el escultor Carlos Ferreira.

También son muchos los que se paran en la Plaza maravillados ante las “Torres Kio” diseñadas pro los arquitectos norteamericanos John Burgee y Philip Johnson y cuyas obras terminaron en 1996, con una inclinación atrevida de 15 grados y 115 metros de altura. Los turistas hacen sus fotos con las manos extendidas con un gesto imposible de evitar que se caigan.  Las torres son también conocidas como “Puerta de Europa”. El obelisco con sus 93 metros de altura en el centro de la Plaza es la única obra de Santiago Calatrava que luce Madrid. Salidas: Castellana, pares (Pº de la Castellana, centro); Castellana, impares (Pº de la Castellana, 189); Bravo Murillo; Castellana (frente depósito Canal Isabel II); Intercambiador.

VALDEACEDERAS (1)

Es de agradecer y alabar la buena intención de los responsables del Metro al haber bautizado esta estación con tan ecológico nombre. El lugar en el que se ubica es, no obstante, uno de los menos ecológicos de Madrid y su entorno. La relación metro cuadrado-habitante resulta ser de las más altas del mundo universo y, por demás desoladora. Basta y sobra para convencerse de ello la vista que desde la superficie se observa del número y de la altura de las Torres cercanas, sobre todo en horas de actividad laboral y profesional. Las “Torres Kio” de la Plaza de Castilla y aledaños testimonian una concentración de personas difícilmente superable en espacios propios para ser y ejercitarse como ciudadanos y aun como seres humanos.

Al menos el nombre de la estación puede interpretarse como una bocanada de aire fresco y de naturaleza. Los conceptos “valle” y “acederas” así lo suponen y hasta debieran demandarlo. “Acedera” es una “planta herbácea de tallo fistuloso y hojas sagitadas, obtusas y de sabor ácido, de la familia de las poligonáceas, una de cuyas especies es muy apreciada por el ganado y que se multiplica por semillas, sembradas previamente en plantíos”.

Al menos hay que reconocer que el nombre resulta hasta romántico y evocador de tiempos pretéritos en los que posiblemente por estos lugares las acederas podían servir de pasto para los animales que poseían los habitantes de la periferia madrileña. Es justo resaltar que las calles de los alrededores de la estación, y al margen de cualquier sarcasmo, tienen estos nombres: Azucenas, Salvia, Cactus, Gardenia, Aligustre, Arándano, Azahar, Araucaria… En definitiva, que algo es algo y que quien no se conforma es porque no quiere. El prefijo “valle” –“val”- sigue confirmando nombres tan madrileños como Vallehermoso, Valdebeba, Valverde… Salidas: Capitán Blanco Argibay (C/ Bravo Murillo, 324); Aníbal (C/ Bravo Murillo, 350).

TETUÁN (1)

Por favor, que nadie piense que el nombre de esta estación del Metro de Madrid fue y es un recuerdo obsequioso para con la ciudad marroquí del norte de África, tal vez por aquello de la fraternidad que en ocasiones se pregona en relación con los súbditos y autoridades de ese Reino. Tal pensamiento carecería en este caso concreto de sentido histórico.

El hecho sencillamente es que, con el fin de “castigar las ofensas y ataques de los moros” el General O`Donnell, entonces presidente del Consejo de Ministros, tomó el mando de las tropas en África y llegó a las puertas de Tetuán, después de haber ganado la batalla de Castillejos, pidiendo el Sultán la paz… A la vuela de las tropas victoriosas a España al mando de los Generales Prim y Ros de Olano, ellas acamparon en la dehesa de Amaniel precisamente en los lugares que hoy son conocidos como barriada de Tetuán, pertenecientes entonces al municipio independiente de Chamartín de la Rosa. Los soldados permanecieron allí varios días preparándose para el desfile, viviendo en tiendas de campaña, muy visitados, admirados y festejados por el pueblo de Madrid, con quienes compartían las comidas y meriendas de las romerías patrioteras que se celebraban con frecuencia. Terminado el desfile, siguieron tales romerías y con tal ocasión el pueblo de Madrid descubrió la posibilidad de asentarse en estos terrenos que comenzaron a ser conocidos como Tetuán de las Victorias.

Por fin en 1947 los terrenos se incorporaron al ayuntamiento de Madrid con todo el término municipal de Chamartín de la Rosa y el mismo Cuartel de la Remonta perdió su carácter militar, convertido en centro cívico, inspirador de la vida cultural que de siempre caracterizó a este barrio. La patrona de la barriada, como no podía ser de otra manera, respondió desde entonces a la advocación de “Nuestra Señora de las Victorias”. Salidas: Algodonales (C/ Bravo Murillo, 269); General Margallo (C/ General Margallo, 2).

ESTRECHO (1)

El concepto que define esta estación está perfectamente delimitado en la descripción del Diccionario de la RAE que lo define como “paso angosto comprendido entre dos tierras, por el cual se comunica un mar con otro”. Con honradez informativa, apenas si podría asegurarse más acerca del nombre. De la relación del mismo con el lugar en el que se ubica no existe información alguna. De todas formas y sin más aditamentos, el nombre de Estrecho aparece ya en uno de los planos con cierto carácter oficial en el callejero de Madrid, exactamente en el año 1900.

Del gusto del lector será la lucubración acerca de a qué estrecho pudiera referirse la titulación de la estación, desde el convencimiento de que para la mayoría de los españoles, el estrecho-estrecho de verdad habría que identificarlo por multitud de razones, sobre todo patrióticas, no con otro, sino con el Gibraltar.

Para otros –pocos- españoles y dada la cercanía a la estación de Alvarado, con remembranzas hispanoamericanas, no es descartable la idea de que el estrecho del Estrecho pudiera haberse apellidado de Magallanes, en recuerdo de la gesta de quienes a las órdenes de la Corona Española lo cruzaran en la primera vuelta al mundo.

Ilustra esta hipótesis también el dato de que cuando se intitularon no pocas estaciones, todavía no se habían acallado los ecos de recuerdos de las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América, estando bien demostrado el interés y la devoción hispanoamericanista por pare de los promotores del Metro madrileño. De todas maneras el paso consciente e ilustrado de los pasajeros por la estación de referencia les puede aportar algunas dosis de geografía, patriotismo e historia, de las que en la actualidad tanto se precisan. Salidas: Navarra (C/ Bravo Murillo, 181); Juan de Olías (C/ Bravo Murillo, 172); Manuel Luna (C/ Bravo Murillo, 194); Fulgencio de Miguel (C/ Bravo Murillo, 205).

 ALVARADO (1)

Son muchas las personas, ilustres o no tanto, que en la historia hayan llevado y lleven este apellido que en su origen semántico, y si su “v” se sustituye por la “b”, bien puede portar el significado de “elevación del terreno”, “cuesta”, “ladera” o “peñasco” y también “llano”. Apellidos y topónimos procedentes de este prefijo son multitud.

Pero en el caso del nombre de la estación del Metro tenemos que ahorrárnoslos, porque en la historia patria, y más en la del Descubrimiento-Conquista y colonización de América no hubo otro Alvarado que el del extremeño Pedro Alvarado nacido en Badajoz en 1486, que murió en la Guadalajara de México en 1541. Como tantos otros extremeños, en 1510 pasó a la isla de Santo Domingo y de allí a la de Cuba formando parte después de la expedición de Grijalba a México, dando nombre al río que en la actualidad también es conocido como Alvarado. Como segundo de Hernán Cortés, extremeño como él nacido en Medellín, contribuyó de forma decisiva a la conquista del imperio azteca con muestras frecuentes de un valor realmente temerario e inexplicable. La célebre retirada de la “Noche Triste” es episodio que registran las historias en todas sus versiones. Pacificó Mixteca y conquistó la actual Guatemala y Soconusco, plazas de las que fue Capitán General.

Con el nombre de Santiago de los Caballeros fundó en junio de 1524 la antigua ciudad de Guatemala a la que posteriormente destruiría una erupción volcánica. Acudió en ayuda de Cristóbal de Oñate, gobernador de Mixton, cuyos habitantes se habían sublevado y la historia atestigua que fue pateado por un caballo a consecuencia de cuyas heridas murió el 4 de julio de 1541. A él le correspondió prender al emperador Moctezuma y dispuso la matanza de 600 nobles en las fiestas del mes de Toxcal. Uno de sus más resonantes recuerdos está relacionado con su hazaña conocida como el “Salto de Alvarado”.

Dejó diversos escritos de carácter histórico, como sus “Cartas-Relaciones a Hernán Cortés” redactadas en 1524. Salidas: Bravo Murillo, impares (C/ Bravo Murillo, 135); Bravo Murillo, pares (C/ Bravo Murillo, 136).

CUATRO CAMINOS (1)

La glorieta que lleva su nombre en la actualidad se llamó antes con mayor solemnidad, precisión y tronío “Los Cuatro Caminos”, con referencias al de Francia y al de Aceiteros, entre otros. La “mala de Francia” se adentraba en Madrid por este lugar, hurtándole la denominación de “malle” a la acepción gala de “camino de postas”. Precisamente por eso, de quienes al principio habitaron el barrio se aseguraba que eran “contrabandistas, matuteros, conejeros y gente de la busca”. Las tropas de Napoleón Bonaparte también se sirvieron de esta carretera para irrumpir en Madrid. De siempre fue un barrio eminentemente obrero y aún perdura el recuerdo de los trágicos acontecimientos vividos en su glorieta y alrededores en los días revolucionarios de la huelga de mediados de agosto de 1917.

Fue precisamente el Metro, al hacer de esta glorieta cabeza de su primera línea en 1919, el factor que contribuyó en mayor cuantía a fundamentar y a darle más vida y prestigio económico-social al barrio, dado que su Compañía Urbanizadora Metropolitana adquirió parte de sus terrenos sobre los que construyó edificios como el “Titanic”, con evocación internacionalmente culta al entonces reciente hundimiento del barco. Construyó también el “Antiguo Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula de Maudes”, con curiosa planta estrellada distribuida en torno a un patio central, hoy sede de la Consejería de Obras Públicas, Urbanismo y Transportes de la Comunidad Autónoma de Madrid. El antiguo Hospital fue obra del arquitecto del Metro Antonio Palacios, inaugurado por Alfonso XIII y la Familia Real. El amplio y moderno trazado de la Avenida de la Reina Victoria fue también obra de la Compañía Metropolitana y en uno de sus hotelitos vivió por entonces don Santiago Ramón y Cajal.

“Los Cuatro Caminos” se identifican en la actualidad con el cruce de las calles Bravo Murillo, Santa Engracia, Reina Victoria y Raimundo Fernández-Villaverde. Salidas: Reina Victoria, impares (Glorieta de Cuatro Caminos); Santa Engracia (C/ Santa Engracia, 168); Reina Victoria, pares (C/ Reina Victoria, 2); Bravo Murillo (C/ Bravo Murillo, 101); Ascensor (C/ Santa Engracia esquina C/ Bravo Murillo); Maudes (C/ Maudes, 8).

RÍOS ROSAS (1)

Nació en la malagueña población de Ronda en 1812 y de don Antonio de los Ríos Rosas se asegura que fue uno de los políticos y oradores más inteligentes y preclaros del Parlamento español durante el siglo XIX. En unos tiempos como los actuales en los que el parlamentarismo se encuentra en España bajo mínimos y en tal largos períodos de indigencia y en los que la oratoria, los buenos modos y aun la capacidad e intención de entenderse mutuamente es tan menesteroso, la visita y el paso por la estación dedicada a don Antonio puede resultar provechosa. Si a tal condición de su vida se le añade su resuelta disposición como político a la austeridad, huelga aseverar que la visita a su estación debiera ser para muchos de prescripción obligada.

Nuestro protagonista intervino activamente en la elección de Amadeo de Saboya para el reino de España y después apoyó a Castelar para la creación de una República conservadora. En uno y otro empeño, sus discursos fueron de una elocuencia tan excelsa y arrebatadora que sus mismos adversarios lo reconocieron y alabaron. En una solemne ocasión al improvisar unas palabras y rogarle el auditorio que las escribiera, don Antonio, sin pizca alguna de altivez y arrogancia, se limitó a decir, que “si no fueran mías tales palabras, debieran ser esculpidas en mármoles y en bronces”. La ocasión fue nada menos que el discurso que pronunció a raíz de los sucesos sangrientos de la “Noche de San Daniel”.

Eterno disidente e inconformista, al pasear en solitario por el Retiro, la gente comentaba: “Ahí va Ríos Rosas y todo su partido”. Su misantropía la llevó a que en los últimos años de su vida, convencido de que lo iban a envenenar, se alimentó solamente de huevos que él mismo compraba y preparaba en su casa de la calle Serrano en la que murió el día 3 de noviembre de 1873, posterior al Día de los Difuntos. Su estación de Metro ocupa parte del solar en el que antes estuviera el “Asilo de la Sociedad Protectora de Niños”. Salidas: Ríos Rosas, pares (C/ Ríos Rosas, 22); Ríos Rosas, impares (C/ Ríos Rosas, 19); Bretón de los Herreros (C/ Santa Engracia, 127).

IGLESIA (1)

Al principio de la construcción de la Red del Metro se pensó que esta estación le fuera dedicada al General Martínez Campos, cuya calle arranca de la misma glorieta. Se cambió bien pronto de opinión y su nombre es el actual de Iglesia, una más del santoral madrileño, consagrada en honor de Santa Teresa y de Santa Isabel. Consta que la primera piedra del templo se colocó el 22 de octubre de 1842 y que su inicial dedicación fue a la Inmaculada Concepción. Entre las devociones más populares a las que se les prestó atención canónica destacó la de la Virgen de Buenavista o de los Castellanos.

En el meollo del barrio de Chamberí, tan castizamente madrileño, es obligado informar que “Chanbery” es nada menos que la capital del departamento francés de Saboya y que su nombre “madrileñizado” con tan simple naturalidad responde al hecho histórico de que durante la Guerra de la Independencia en estos lugares conocidos como “Los Tejares”, entonces pertenecientes al pueblo de Fuencarral, se asentó el regimiento del ejército galo que era portador de este nombre de cuyo departamento procedían la mayoría de los soldados que lo componían. Resultaba común escuchar en aquellos tiempos “Madrid, Madrid, Madrid, termina, donde empieza Chamberí”.

Se cuenta que las obras de la iglesia tardaron excesivamente en terminarse al no llegar a su tiempo los fondos prometidos por la reina Isabel II. Esta circunstancia adversa hizo correr la especie de que, mientras tanto, las torres se habían inclinado, cundiendo en la devota feligresía cierto temor entreverado de curiosidad malsana. Eran frecuentes tales críticas, hasta el punto que la misma historia atestigua que, cuando “El Cura Merino” pasó por delante de la iglesia para ser ejecutado a garrote vil en el “Campo de Guardia” que se encontraba detrás, mirando a las torres con una pizca de humor macabro comentó “ciertamente, está desnivelada”. Recordando la aridez de sus tierras castellanas, comentó momentos antes de su ejecución: “Los campos andan faltos de riego”…

Salidas: General Martínez Campos (Martínez Campos, 1); Santa Engracia (C/ Santa Engracia, 58); Ascensor (Pº General Martínez Campos, 1); Sagunto (C/ Santa Engracia, 61); Eloy Gonzalo, pares (C/ Eloy Gonzalo, 38); Eloy Gonzalo, impares (C/ Eloy Gonzalo, 35); Ascensor (Glorieta Pintor Sorolla, 1).

BILBAO (1)

La defensa de la Puerta de Bilbao el día uno de diciembre de 1808 contra las tropas francesas en la Guerra de la Independencia corrió a cargo del General el Marqués de San Simón. Esta puerta se hallaba en los lugares en los que hoy está la estación del Metro, al final de la calle Fuencarral, junto a los pozos de la nieve, en los que se conservaba la que durante el invierno era transportada desde la Sierra del Guadarrama. La estación fue así bautizada ya desde el principio de la construcción de la línea con satisfacción por parte de sus arquitectos, y a la vez propietarios, procedentes del País Vasco.

Resulta curioso el dato de que exactamente en donde hoy se halla la estación, y durante largos tiempos inquisitoriales, sobre una columna de piedra perduró el recuerdo de ciertos hechos de los que la entonces llamada “secta judía” fue su protagonista. El texto refería lapidariamente que “presidiendo la santa Iglesia romana Urbano Octavo, reinando en las España Felipe IV, siendo Inquisidor General don Antonio Zapata, el día cuatro de julio de 1632 años, el Santo Oficio de la Inquisición condenó a demoler estas casas porque en ellas los herejes judaizantes se ayuntaban a hacer conventículos y ceremonias de la ley de Moisés y cometían graves sacrilegios y enormes delitos y blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y su santa imagen”. La historia, entreverada de leyendas, tuvo lugar en el antiguo “Convento Real de la Paciencia de Cristo Nuestro Señor de los Religiosos Menores Capuchinos”, en una de cuyas capillas se veneraba la imagen que fue robada por una familia de judíos y a la que maltrataban hasta decidir quemarla un día de Semana Santa. Sorprendidos por la Inquisición, y celebrado el Auto de Fe en la Plaza Mayor con asistencia del rey Felipe IV y su esposa Isabel de Borbón, el “Santo” Tribunal mandó quemar a siete personas de la “secta”.

Tan macabra y fantasiosa historia suele pasar felizmente desapercibida por la mayoría de quienes suben o se apean en esta estación, una de las más frecuentadas del Metro. Salidas: Fuencarral (Glorieta de Bilbao, 5); Luchana (Glorieta de Bilbao, 2); Manuela Malasaña (Glorieta de Bilbao, 7); Francisco de Rojas (C/ Luchana, 22); Luchana, impares (C/ Luchana, 21); Trafalgar (C/ Luchana, 23).

TRIBUNAL (1)

El edificio actual del “Tribunal de Cuentas del Reino”, -institución de Castilla creada por Juan II en 1437-, se construyó en 1863, sobre el solar en el que antes estuviera el Cuartel de Guardias Españoles y que había formado parte de la Quinta del Conde Vocinguerra de Arcos, en la que malas lenguas referían que habían conspirado contra Felipe II los nobles partidarios de su hijo el Príncipe Carlos. Es fama que el nombre de la calle Desengaño responde también a la frustrada aventura. El arquitecto del edificio fue Francisco Jareño, que también lo sería de la Biblioteca Nacional y del Hospital del Niño Jesús.

Se aporta como dato curioso que el primer nombre de la estación de Metro fue el de “Hospicio”, por la cercanía al edificio de la antigua institución “Real Hospicio General de Pobres del Ave María y San Fernando, Rey de España” fundado en el siglo XVII, en el que trabajó San Simón de Rojas, que llegó a albergar unos doscientos pobres y al que con generosidad favorecieron el rey Carlos II y su esposa Doña Mariana de Austria. El cambio del nombre de la estación se debió únicamente a que la referencia al Hospicio no resultaba placentera y amable.

El Hospicio inaugurado en 1725, es obra cumbre del arquitecto Pedro de Ribera y su portada es ejemplo representativo del más puro barroco madrileño del siglo XVIII. Por cierto que ella estuvo a punto de ser demolida el año 1929, salvándola de la piqueta la Academia de San Fernando. El conjunto escultórico es de Juan de Ron y representa a San Fernando recibiendo las llaves de Sevilla. En su antecapilla están los restos de Doña Beatriz Galindo y su esposo. En la actualidad el edificio es sede del Museo y Biblioteca Municipal.

A espaldas del edificio, en los Jardines de Pedro de Ribera, luce la Fuente de la Fama, de este arquitecto. En uno de los lados del monumento a Mesonero Romanos, escritor madrileñista, se lee este cínico verso: “Usufructuario de nada/, soy honorario de todo/; figuro en cartas de juego/, nunca en nóminas de cobro”. Salidas: Barceló (C/ Barceló, 2); Fuencarral (C/ Fuencarral, 78); Tribunal de Cuentas (C/ Fuencarral, 81).

GRAN VÍA (1)

El día 4 de abril de 1910 se celebró en Madrid uno de los actos que en proporciones más espectaculares habrían de contribuir a la mayor transformación urbana de la capital de España. El mismo rey Alfonso XIII, con piqueta de plata, golpeó en una de las ventanas de la Casa del Cura párroco de la iglesia de San José, iniciándose las obras de los que habría de ser la Gran Vía, de la que por su configuración arquitectónica y por el tiempo de su realización puede asegurarse que más que una son tres. Las cifras son ciertamente sorprendentes relativas a los 1.315 metros de longitud y a los 141.150 m2 de superficie que ocupa. Se demolieron 311 inmuebles y se ocuparon otras once parcelas y 33 solares sin edificar. El nuevo trazado hizo desaparecer 14 calles modificándose otras 34 que asoman a los laterales.

Fueron muchos los arquitectos que intervinieron en el trazado de los tres tramos y en las obras de sus edificios. El tramo que va desde la calle Alcalá a la Red de San Luis se finalizó en 1917. Cinco años más tarde se terminó el tramo desde este lugar a la plaza de Callao. El último hasta la plaza de España que se comenzó en 1925 no se terminaría hasta los años 1940, coincidiendo con la remodelación de esta plaza.

Edificios representativos de la Gran Vía son el de Grassy, Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, la Gran Peña, Chicote, Casino Militar, Oratorio del Caballero de Gracia, Telefónica, Casa Matesanz, Madrid-París, Casa del Libro, Cine Callao, Carrión o Capitol, Palacio de la Prensa, Palacio de la Música, Coliseum, el número 60 coronado por una escultura de Victorio Macho…

Tiendas, hoteles, cines, bancos y grandes almacenes pueblan la Gran Vía y sus aledaños, lo que explica que su estación sea una de las más frecuentadas. Su primer nombre oficial fue el de “Red de San Luis”. Salidas: Hortaleza (C/ Gran Vía, 21); Montera (C/ Gran Vía, 25); Fuencarral (C/ Gran Vía, 28); Montera (C/ Montera, 44).

SOL (1)

Es discutible por qué Sol se llame Sol, pero basta y sobra con llamarse así. Que una de las estaciones más importantes de la red del Metro de Madrid lleve tal nombre con referencias tan directas al astro rey y al lugar en el que se ubica, es todo un lujo y un compromiso cívico para sus clientes-usuarios.

En la configuración semielíptica de una de las plazas más conocidas de España y del mundo, el bautismo del Sol es posible que lo recibiera de ser este un lugar de acceso a la ciudad medieval que, por el Arrabal, mirara hacia Oriente, o tal vez porque en sus muros de ladrillo rojo de la puerta y castillo con seis torreones de la antigua muralla, obra de los Comuneros, se pintara o grabara algún sol, que desapareció después al derribarse el conjunto y formarse una calle “con anchura suficiente para que pasen dos carros”, tal y como informaron las crónicas. La actual configuración de la plaza es del año 1862, al aplicarse las leyes de la Desamortización y desaparecer de su entorno edificios tan antiguos como el Hospital de la Corte, la iglesia del Buen Suceso, los conventos de San Felipe el Real de la Orden de Agustinos Descalzos con su “mentidero” –“donde surgían las noticias antes de que ocurrieran los hechos”- y el de Nuestra Señora de la Victoria y Capilla de la Soledad.

El edificio más importante de la Puerta del Sol es la Vieja Casa del Correo –Ministerio de la Gobernación en otros tiempos-, y en la actualidad sede de la Presidencia del Gobierno Regional de la Comunidad Autónoma de Madrid, que fue proyectado por el arquitecto francés Jacques Marquét, y para cuya construcción el arquitecto español Ventura Rodríguez exigió la demolición de una veintena de casas. El reloj de su torre colocado en 1866 convoca a madrileños y españoles a despedir festivamente el Año Viejo y saludar al Nuevo. Es de notar también que, así como en la Puerta del Sol se proclama la hora oficial, también es indicador para los caminos y carreteras de España con su kilómetro “cero” frente a su principal edificio. La estatua del “Oso y el Madroño” y la de Carlos III –“el mejor alcalde de Madrid”- exorna la Plaza-Puerta del Sol, en la que todo lo que en ella acontezca es noticia, con mención patriótica para el inicio del levantamiento popular del dos de mayo de 1808 contra las tropas de Napoleón.

Salidas: Carretas (Puerta del Sol, 7); Carmen (Puerta del Sol, 12); Mayor (Puerta del Sol); Ascensor (Puerta del Sol); Preciados (C/ Preciados, 3).

TIRSO DE MOLINA (1)

Tirso de Molina es el seudónimo con el que se identifica el Padre Fray Gabriel Téllez, de la Orden de la Merced Calzada, que vivió y escribió en el siglo de Oro, nacido en Madrid el año 1572 y muerto en la ciudad soriana de Almazán en 1648. Del mismo se dice que fuera hijo “ilegítimo” del Duque de Osuna, ingresando en la Orden a los 17 años en el monasterio de Guadalajara, residiendo después en los de Estercuel, Santo Domingo, Cuenca, Trujillo, Soria y Madrid.

Fue escritor muy fecundo y sus comedias rondan los tres centenares, con temática muy variada, desde las de costumbre e intriga hasta los autos sacramentales. Como dramaturgo sigue fiel a las comedias de Lope de Vega, del que se diferencia por el análisis más profundo de la psicología de sus protagonistas, en especial de los tipos femeninos, cuya variedad y matización resultaban casi desconocidas en el teatro español de su tiempo.

La lectura de algunos de sus títulos a su paso por esta estación podrá incitar a no pocos viajeros del Metro a una reposada lectura de las obras y a la asistencia de su representación. De entre los mismos subrayamos estos: “El condenado por desconfiado”, “La mujer que manda en casa”, “El colmenero divino”, “La prudencia en la mujer”, “Los cigarrales de Toledo”, “El burlador de Sevilla o el Convidado de piedra”, “Don Gil de las Calzas Verdes”, “El vergonzoso en Palacio”, “El celoso prudente”, “Deleitar aprovechando”, “Desde Toledo a Madrid”, “La villana de Vallecas”…

La plaza que le dedicó Madrid se llamó antes del Progreso y en la misma se encontraba en tiempos pasados el convento de la Merced Descalza de su propia Orden. La estatua dedicada al Fraile Tirso de Molina es obra de Rafael Vela del Castillo, esculpida en piedra blanca de Murcia. Antes, y en la misma plaza, le fue erigida otra a Juan Álvarez de Mendizábal.

Por estos lugares emerge el recuerdo del teatro “Variedades” con el maestro Barbieri que estrenó algunas de sus zarzuelas, que ardió el 28 de enero de 1888 y el “Apolo” catedral del “género chico”. Salidas: Conde de Romanones (Plaza de Tirso de Molina, 14); Magdalena (Plaza de Tirso de Molina, 14).

ANTÓN MARTÍN (1)

La de Antón Martín fue una vida ciertamente ejemplar. Como la de un santo. Su proceso de beatificación se inició a su tiempo, pero también por no haber sido este coronado con las excelsas ceremonias propias de las canonizaciones en la basílica de San Pedro en Roma, su testimonio llega a ser aun más admirable. Nacido en la villa castellano-manchega de Mira en la provincia de Cuenca, en 1500, se hizo soldado del ejército español, arropando en su uniforme la decidida determinación de darle muerte a quien había matado a su hermano, para lo que se instaló en el puerto de Valencia. Se encontró con el futuro San Juan de Dios, quien en más de una ocasión le aconsejó de esta manera: “más poderosa ha de ser la voz de la sangre del Hijo de Dios, que la de vuestro hermano que pide venganza”.

Discípulo predilecto del santo, y ya miembro de su Orden, recibió el encargo de fundar en Madrid uno de sus hospitales sobre los terrenos propiedad de don Hernando Somontes, Contador del Rey, y de su esposa Doña Catalina Zapata. Se asegura que tal hospital se dedicó especialmente a la atención a los enfermos venéreos y se afirma que en él, y por primera vez, se usó el mercurio para curar la sífilis. Otros hospitales fundados por el exsoldado fueron los del “Amor de Dios” y el de “Los Pobres”. La plaza y estación ocupan una buena parte de sus solares.

Lucas Jordán y Palomino decoraron la primitiva iglesia en la que la principal devoción de los fieles se proyectó bien pronto hacia la imagen del Cristo del Perdón. Transformados urbanísticamente estos lugares, el cuerpo de Antón Martín fue trasladado al Hospital Infantil de San Rafael, hoy en la calle Serrano, regido por los Hermanos de San Juan de Dios. En la que es hoy plaza de Antón Martín se colocó la “Fuente de la Fama” de Pedro de Ribera, que fue trasladada después al parque que lleva el nombre del famoso arquitecto, junto al Museo Municipal, y al que se accede desde la estación del Metro de Tribunal. Salidas: Atocha (C/ Amor de Dios, 14); Magdalena (C/ Atocha, 48); Amor de Dios (C/ Atocha, 83); Amor de Dios (C/ Atocha, 76).

ATOCHA (1)

El nombre de Atocha, antes de ser bautizado con la advocación de la Virgen hizo y sigue haciendo referencia semántica a “atochares” o “espartales”, planta que se criaba por los alrededores de Madrid, y que a este lugar le había conferido la denominación de “Prado de Atocha”. La tradición asegura que en él le fue erigida una capilla a la Virgen, en cuya construcción se hace intervenir al legendario caballero cristiano Gracián Ramírez. De la imagen se asegura que salió de las propias manos del evangelista San Lucas y de las de Nicodemus. A uno y otro también se les hacen autores de otras imágenes célebres de la cristiandad. Hay también quienes derivan el nombre de “Atocha” de “Teothocos” –“Madre de Dios”-, y algunos lo fuerzan haciéndolo proceder de “Antioquia” ciudad oriental en la que por primera vez a los seguidores de Cristo se les comenzó a llamar “Cristianos”.

De todas maneras a “Nuestra Señora la Virgen de Atocha” se le profesó y profesa gran devoción en la capital de España, sobre todo por parte de la Familia Real y los principales autores del Siglo de Oro, entre los que Lope de Vega ocupa los primeros puestos. De esta Virgen ecológicamente refiere el poeta que “No quiso montes cerrados/, ni Peñas de Francia altivas, sino atochas y sembrados/viñas, álamos y olivas”. Tirso de Molina también le expresó devota y literaria atención. De Felipe II es esta sacrosanta afirmación: “Esta Virgen no es sólo Patrona de Madrid, sino de todo el reino”.

En la glorieta de Atocha –Plaza de Carlos V-, remodelada una y otra vez y que le da aposento al monumento en triste recuerdo de las víctimas del atentado de Atocha, se asienta el edificio conocido como “Ministerio de Agricultura”, antes de Fomento, obra de Ricardo Velázquez, con sus dos gigantescas cariátides y el grupo escultórico que remata la fachada, obra de Agustín Querol, sin dejar de mencionarse también la verja de hierro y la azulejería pletóricas de arte. Salidas: Atocha (Glorieta de Carlos V, 11); Ministerio (Paseo de la Infanta Isabel, 1).

ATOCHA-RENFE (1)

El nueve de febrero de 1859 a las once de la mañana salió de la estación de ferrocarril de Atocha la famosa máquina de tren a vapor de nombre “La Madrileña”, que se echó a correr por la vía férrea en dirección a Aranjuez a cuyo Real Sitio llegó exactamente a la una y cuarto. Se refiere con admiración casi infantil y untuosa que los últimos cien metros fueron rodados por raíles de plata. En el tren viajaban la Reina Isabel II, que contaba entonces 21 años, acompañada por miembros de la familia real, el Jefe de su Gobierno, don Juan Bravo Murillo y el Marqués de Salamanca, entre otros personajes. Algún cronista de la época, aun con riesgo de amedrentar a sus lectores, informó en estos términos al referirse a la máquina como “un monstruo que vomitaba humo, sembraba fuego y bramaba cien veces más fuerte que un león”. El viaje resultó todo un éxito y los pueblos por los que pasó se volcaron en sus respectivas estaciones para admirar y comentar el espectáculo de velocidad y de fuego.

El tren era el segundo que se inauguraba en la Península Ibérica, después de haberlo hecho el de Barcelona a Mataró en el 1851. La estación posterior de Atocha fue obra de Alberto de Palacio Elissague, que debía su bien merecida fama a haber trabajado con Ricardo Velázquez Bosco en la construcción del cercano Palacio de Cristal del Retiro, inaugurado con ocasión de la exposición de Filipinas del año 1887. En la estación de Atocha destacó su magnífica estructura de hierro y cristal y fue modelo de los edificios más emblemáticos de la arquitectura de la entonces moderna Revolución Industrial. Luce una bóveda de 40 metros de luz y 152 metros de largo. La estructura recuerda la del casco de un barco invertido.

Cien años más tarde se inauguró su ampliación para acoger el AVE –tren de Alta Velocidad-, bajo la dirección de Rafael Moneo. La nave principal se convirtió en un gran invernadero con palmeras y plantas tropicales. El colosal complejo Renfe-Atocha acoge a diversas líneas del AVE, por lo que la de su Metro es de las más frecuentadas de la red. Salidas: Alfonso XII (Paseo de la Infanta Isabel, impares); Paseo de la Infanta Isabel (Paseo de la Infanta Isabel, 15); Renfe (Vestíbulo Renfe); Ascensor (Paseo de la Infanta Isabel, impares); Renfe (Renfe Cercanías).

MENÉNDEZ Y PELAYO (1)

El Metro se torna una vez más en Madrid extraordinariamente culto y hace presente en esta estación a uno de los personajes más importantes de los siglos XIX  y XX, don Marcelino Menéndez y Pelayo, eminente polígrafo a quien dedicó Madrid una de sus calles más principales.

Don Marcelino nació en Santander –Cantabria- el día 3 de noviembre de 1856 y murió en la misma capital montañesa el día tres de mayo de 1912. A los 22 años fue catedrático, historiador, crítico y experto en todas las disciplinas que entraña el término “polígrafo”, de tal modo que difícilmente puede existir otra persona a quien se le aplique con tantas razones. Doctorado por la Universidad Central de Madrid, fue en la misma catedrático de Literatura y Director de la Biblioteca Nacional. De su amor a España se aseveró, y asevera, que fue “muy acendrado”. De su catolicismo, que estaba “cincelado a machamartillo”, en conformidad con las rotundas expresiones que se empleaban en su época y en sus ambientes.

Su recuerdo, al pasar, o al hacer uso de su estación madrileña del Metro sugerirá al menos parte del listado de sus obras, aunque bien es verdad que su densidad y paginación jamás instarán a leerlas mientras se viaja. De entre las mismas destaca su obra capital “Historia de las Ideas Estéticas en España”, aunque la más conocida es su “Historia de los Heterodoxos Españoles”. Otras de relieve, reflexión y erudición son “Antología de Poetas Líricos Castellanos”, “Ensayo de Crítica Filosófica”, “Epístola a Horacio”, “Estudio de Crítica Literaria”, “Orígenes de la Novela”…

Posible y elocuente epitafio podría ser este: “Fue un gran historiador, crítico de la literatura y de la filosofía española, de gran formación humanística y eximio poeta”. Muchos añadirían que también fue un buen católico. Esta circunstancia explica con justicia que sus restos reposen en la catedral de Santander desde 1958 y que sean muchos los que visiten su tumba, recen por él y le recen… Salidas: Menéndez Pelayo, impares (Avenida Menéndez Pelayo, 137); Menéndez Pelayo, pares (Avenida Menéndez Pelayo, 44); Gutenberg (C/ Gutenberg, 4).

PACÍFICO (1)

Al mayor de los Océanos –casi tres octavos del área total marítima del orbe terráqueo- se le ocurrió “llamar Pacífico” a la expedición de Fernando Magallanes que en 1519 zarpó de Sanlúcar de Barrameda en busca de la especiería y con la intención de ser el primero en dar la vuelta al mundo. El nombre de “Pacífico” respondió a las excepcionales calmas que encontró en el mismo después de doblar el “Cabo de las Once Mil Vírgenes”. El Océano había sido ya descubierto por Vasco Núñez de Balboa al cruzar el istmo de Panamá y al que había denominado “Mar del Sur”.

Este gran Océano –el Pacífico- es el que le confiere nombre a nuestra estación, pero rememorado al igual que el barrio que le da nombre con ocasión de las hazañas guerreras llevadas a cabo por la Marina Española en las costas del Perú y Chile en el año 1865. La historia es testigo de que por el lugar en el que se ubica el barrio con nombre de mar inmenso hizo su entrada en Madrid la reina Margarita de Austria casada con Felipe III. En el mismo lugar recuerda la historia a María Manzini, la Princesa Colonia para los expertos en informaciones aristocráticas, que fuera sobrina del Cardenal Mazarino, todopoderoso personaje en la Corte de Carlos II. Los gastos militares testimonian el dato de que por el barrio de Pacífico hizo su entrada victoriosa en Madrid el ejército de Valencia compuesto por 8.000 soldados al frente del General Pedro González Llamas que reconquistó Madrid en la Guerra de la Independencia.

Las crónicas sociales se hacen eco de que en el barrio del Seco, en las cercanías del Pacífico y en una casa de labor con su huerta, vivió durante algún tiempo la que fuera viuda del célebre personaje madrileño Luis Candelas.

Son muchos y muy variados los recuerdos que el usuario del Metro de Madrid, convenientemente informado puede actualizar al paso de su tren por las líneas una y seis, y en dirección hacia cualquiera de los destinos propuestos. Salidas: Doctor Esquerdo, pares (C/ Doctor Esquerdo, 186); Doctor Esquerdo, impares (C/ Doctor Esquerdo, 219); Sánchez Barcáiztegui (C/ Sánchez Barcáiztegui, 1).

PUENTE DE VALLECAS (1)

Dato anecdótico muy representativo de Madrid de entonces fue el destacado por los informadores de los periódicos quienes, al inaugurarse la estación que lleva este nombre, se registraron violentas protestas y manifestaciones con ocasión de la subida de cinco céntimos en el precio del billete, lo que al mes, y con dos viajes, les suponía a los obreros habitantes del barrio un desequilibrio muy considerable. Eran ya numerosos los emigrantes primeros que procedían de otras regiones de España, sobre todo de La Mancha y de Extremadura, quienes se aposentaban a principio del siglo XX junto al puentecillo del Arroyo del Abroñigal. Al hallarse esta zona en el antiguo camino de la Villa de Vallecas, y al no existir otra denominación para ella, le aplicaron al lugar la del “Puente de Vallecas”, que durante años largos no pasó de ser un conglomerado de chabolas, que felizmente hoy nada tienen que ver con la ingente ciudad bien equipada y dotada de las infraestructuras requeridas.

Hay que hacer constar que la prolongación de la línea primera del Metro hasta esta estación, a muchos neomadrileños les hizo descubrir de verdad  el todo Madrid, con mención particular para la zona de Cuatro Caminos distante entonces, pero bien equipada de merenderos y ventas en cuyas áreas campestres se reunían familiares y amigos, pasando reconfortantes tardes dominicales o festivas.

Se reseña como dato curioso que en el entorno del “Puente de Vallecas” las calles llevan nombres de fenómenos orográficos, como Sierra de Meira, Sierra Filabres, Sierra Madroña, Cerro Garabitas, Monte Oliveti, Peña Prieta, Monte Igueldo, Sierra de Alpujarras… posiblemente en remembranza de los paisajes perdidos en sus respectivos pueblos. Salidas: Albufera, pares (Avenida de la Albufera, 14); Albufera, impares (Avenida de la Albufera, 9); Peña Prieta (C/ Peña Prieta, 2).

NUEVA NUMANCIA (1)

La historia, la gesta, el patriotismo, la “raza”, la capacidad de aguante y supervivencia, el fervor familiar, de clan y de pueblo y tantos otros valores vigentes en todos los tiempos se hacen presentes en el rótulo y denominación de esta estación, cuya propia significación en el mismo Diccionario de la RAE hasta encuentra acomodo en las voces “numantinamente”, “numantinismo” y “numantino-a”, a las que la idea de “tenacidad extrema” inspira y define. Numancia es resumen y arquetipo de la oposición feroz del pueblo hispano contra los invasores romanos. Si bien en la historia de este lugar de la provincia de Soria hay tanto de fantasía y leyenda como de veracidad, es fama que resistiera durante varios años al cerca despiadado y cruel de los invasores romanos, pese a las privaciones, hambre y sed de sus moradores.

A los romanos sólo les fue posible su conquista cuando, convencidos ellos de su inevitable final, quemaron en gran pira todos sus enseres, y en orgulloso suicido se arrojan a ella los pocos supervivientes que habían quedado de tan largo asedio. Publio Escipión, el general vencedor de Cartago, fue el enviado por Roma para rendir Numancia el año 132 a.C. Sobre sus ruinas se reedificó Nueva Numancia, cuya población se componía principalmente de los miembros de la tribu de los pelendones a los que les habían vendido las tierras de los vacceos. En sus excavaciones junto al pueblo de Garay, cercano a Soria, se hallan los restos de una de las ciudades más importantes y mejor urbanizadas de la antigua Celtiberia.

El nombre de esta estación del Metro, además de recordar y honrar gestas tan nobles y tan singulares suscitará en quienes pasan por ella el deseo de practicar el turismo de calidad y cultura que en la actualidad poco a poco se impone en nuestra sociedad. Salidas: Norte, pares (Avenida de la Albufera, 54); Norte, impares (Avenida de la Albufera, 47); Sur, impares (Avenida de la Albufera, 69); Sur, pares (Avenida de la Albufera, 76).

PORTAZGO (1)

En conformidad con lo que refiere el Diccionario de la RAE, en un honroso afán de hacernos conscientes y cultos de cuanto hablamos, el término “portazgo” hace expresa referencia a “derechos que se pagan por pasar por un sitio determinado de un camino”, así como “edificio donde se cobran tales derechos”. Los tiempos han cambiado, pero no tanto como para que sea imposible vislumbrar estos derechos y sus pagos correspondientes en fórmulas tales como las de los parquímetros y sus tiques, al igual que en tantos otros impuestos municipales.

Pues exactamente en la ciudad de Madrid, y donde se habría de ubicar la estación llamada Portazgo, entonces a las afueras, con visión de futuro, fue dotado el lugar con los servicios que el Metro lleva consigo y ofrece, contribuyendo de modo decisivo al mejor acondicionamiento y urbanización de una población inmensa.

Es obligado resaltar que nuestra estación facilita el acceso al mismísimo estadio del Rayo Vallecano, club de fútbol que meritoriamente, y en ocasiones en la división de honor, se tutea con los clubes más ricos y potentados de España y aun del extranjero. El Rayo Vallecano –“el Rayito” para no pocos de sus partidarios- fue fundado el 29 de mayo del año 1924, con pronta fusión con otro club conocido como “Club Numantino” y que, tal y como es obligado derivar de los nombres de uno y de otro, claman juventud, ardor juvenil, empeño y tesón por ganar y por imponerse a los otros clubes con cuyos equipos les corresponda jugar. Cuenta la historia que la primera victoria oficial registrada fue precisamente contra el “Club Numantino” con el que seguidamente habría de fusionarse. Salidas: Albufera, pares (Avenida de la Albufera, 108); Rogelio Flojeras (Avenida de la Albufera, 117); Albufera, impares (Avenida de la Albufera, 145); Teniente Muñoz Díaz (Avenida de la Albufera, 130).

BUENOS AIRES (1)

De nuevo vuelve a hacerse activo y presente el fervor hispano-americano que le confiere nombre a esta estación con el recuerdo para Buenos Aires, capital de la República Argentina.

Identificada tan entrañablemente con el tango portador e intérprete fiel de multitud de valores patrios en su excelente variedad de versiones, latitudes y aun glosadores, sugerimos que al pasar por la estación que se llama Buenos Aires, al menos se recuerde la letra de alguna de estas canciones. De una de ellas es autor Homero Manzi, que con tierna y acariciadora voz confiesa con ilustrada añoranza lo siguientes: “Malena canta el tango como ninguna/ y en cada verso pone su corazón/. A “yuyo” de suburbio su voz perfuma,/ Malena tiene pena de bandoneón /. Tal vez allá en la infancia su voz de alondra / tomó este tono oscuro de callejón /, o acaso aquel romance que sólo nombra /cuando se pone triste con el alcohol”.

La mayoría de los porteños sienten de verdad y en plenitud su pertenencia a cada uno de sus barrios, siendo cinco los más importantes, que configuran con todas sus consecuencias la capital argentina, merecedora de constituirse para los españoles en atractivo turístico muy singular para sus viajes y sus vacaciones.

Aun a distancia, y más en cualquier lugar de la urbe, es preceptivo escuchar el eco sempiterno, emocionado y emocionante, de Carlos Gardel, sobre todo cuando canta “Caminito que entonces estabas/ bordeado de juncos y trébol en flor/, una sombra ya pronto serás,/ una sombra, lo mismo que yo”.

Cuanto lleva consigo y rodea al tango es ya y de por sí argumento turístico arraigado en razones muy convincentes y cultas. Salidas: Pío Felipe (Avenida de la Albufera, 179); Buenos Aires (Avenida de la Albufera, 140).

ALTO DEL ARENAL (1)

Cuenta la historia reciente por muchos comprobada, que exactamente en el lugar en el que se proyectaría y construiría esta estación había una tierra de labor cuyas características edafológicas eran las propias y específicas del suelo construido fundamentalmente por arenas movedizas que hacían de tal campo un terreno ciertamente arenoso. Una vez más es el campo, es decir la naturaleza en su versión primigenia, la que le aportó a Madrid el nombre de este y de tantos otros lugares. Por cierto que también es la arena el referente de otra de las calles más urbanizadas y céntricas de la capital, que parte exactamente de la misma Puerta del Sol y lleva a edificios y gestiones de excepcional importancia y nobleza. Como dato de interés hay que informar que en una de las iglesias parroquiales a las que ofrece acceso la estación del Alto del Arenal se venera la imagen de la Virgen con la sugerente y siempre, pero hoy más preciosa y precisa advocación de “Nuestra Señora de la Compasión”.

La estación en la que nos encontramos es posiblemente la que contiene en proporción mayor condiciones para ser considerada como la capital de toda la red del Metro, por ser y efectuar funciones de “cerebro” como “Puesto de Control Central” que se puso en funcionamiento el día 25 de julio del año 2000, centro neurálgico de control de la red. Tanto las instalaciones de distribución de energía, las electromecánicas y electrónicas de sus estaciones, al igual que sus instalaciones de vías y señalización ferroviaria están controlados desde este puesto Central, como también lo están sus sistemas de gestión para afrontar emergencias. La regulación de trenes y los sistemas de normalización de las instalaciones ante incidencias, están dotados de lógica de control y procedimiento que los convierten en sistemas inteligentes dentro de un complejo sistema para la gestión de este colosal y masivo medio de transporte. Es recomendable solicitar una visita al Centro, con la seguridad de que la capacidad de admiración para su conocimiento e información habrá de ser mucha. Salidas: Albufera, impares (C/ Santillana del Mar, 19); Albufera, pares (Avenida de la Albufera, 248); Ascensor (Avenida de la Albufera, 246).

MIGUEL HERNÁNDEZ (1)

Jamás podría haber entrevisto el poeta oriolano Miguel Hernández en su depauperada y casi menesterosa estancia en Madrid, que no habrían de transcurrir muchos años en los que el Metro que tomaba para efectuar sus gestiones, habría de honrarse algún día con una estación que se identificara con su propio nombre.

Miguel Hernández nació en 1910 en Orihuela y murió en la cárcel de Alicante cuando contaba tan sólo 32 años. De formación autodidacta, con ayuda de otros poetas entre otros Ramón Sijé y de un canónigo que llegaría después a obispo de León, don Luis Almarcha, pudo publicar en 1932 su obra primera “Perito en lunas”, afincándose en Madrid en 1934. Entre sus obras resaltan el auto sacramental “Quien te ha visto y quien te ve” o “Sombra de lo que eras”, “El rayo que no cesa”, “El labrador de más aire”, “Canción del esposo soldado” o “El Niño yuntero”, “Viento del pueblo”, “Teatro de la Guerra Civil”, “El hombre acecha”…

Su libro póstumo lleva el título de “Cancionero de ausencias”… todo él escrito en la cárcel y entre cuyas composiciones destaca la conocida como “La nana de las cebollas” dedicada a su hijo. García Lorca, Alberti, Pablo Neruda, Altolaguirre y Alexandre constituyeron el grupo de sus amigos de la llamada “Generación del 27”. Es de notar que, entre las calles a las que les proporciona acceso esta estación de Metro, se hallan las de Gerardo Diego, León Felipe y Rafael Alberti…

El mejor recuerdo que, convertido en ofrenda puede hacerse presente con ocasión de pasar por la estación de su nombre, es la promesa de leer alguno de sus libros o de asomarse estremecidamente a alguno de sus versos. A nosotros nos vinieron a la mente y al corazón los siguientes tan consoladoramente convalecientes: “Ábreme, Amor, la puerta/ de la llaga perfecta,/ Abre, amor mío, abre/ la puerta de mi sangre./ Abre, para que salgan/ todas las malas ansias./Abre para que huyan,/ las intenciones turbias…”. Salidas: Rafael Alberti-Ambulatorio (Avenida de la Albufera, 285); Albufera, pares (Avenida de la Albufera, 290); Aparcamiento (Pasarela); Ascensor (Avenida de la Albufera, 285).

SIERRA GUADALUPE (1)

El nombre de la estación es lección permanente de orografía, de turismo, de autonomía, de historias, de patriotismo, de semántica y de religión. La Puebla de Guadalupe, en Extremadura, se llama así por el río de este nombre, cuya procedencia semántica es árabe –“wadi: agua o río”- y del latín –“lupus” que para unos significa “lobo” y para otros “agua de río”, con lo que el nombre resultante constituiría un raro topónimo tautológico con la reduplicativa significación de “agua de río”.

De todas maneras, a orillas de este río, afluente del Guadiana, sitúa la leyenda entre los años 1312-1322 la aparición de la Virgen al vaquero Gil Cordero, vecino de Cáceres, que pastoreaba sus vacas junto al castillo de Alías, en las sierras de Las Villuercas. Habiéndosele extraviado una de ellas, la encontró muerta, devolviéndole seguidamente la vida la Virgen, con la petición de que en el mismo lugar le fuera erigido un santuario en el que con el tiempo habrían de instalarse los frailes de la Orden de San Jerónimo. Bien pronto y gracias a la ayuda de reyes y nobles, el santuario fue centro de fervor mariano, con visitas frecuentes de Alfonso XI, los Reyes Católicos, Cristóbal Colón, Cervantes, el Papa Juan Pablo II… En su pila bautismal de bautizaron el 24 de julio de 1496 los dos primeros indios que vinieron a España, quienes recibieron los nombres de Pedro y de Juan. De entre las valiosísimas piezas que enjoyan sus museos, se citan obras de El Greco, Zurbarán, Lucas Jordán, Juan de Flandes, Carreño, Vicente Carducho…   

Con el tiempo, y dado que fueron muchos los conquistadores y colonizadores extremeños que partieron a América, al indio mexicano Juan Diego se le apareció también la Virgen el año 1531 en el Cerro Tepeyac en el lugar en el que antes los indios veneraban a la diosa Tonantzin. En 1910 la Virgen de Guadalupe fue declarada Patrona de toda la América hispana y su advocación le confiere nombre y sobrenombre a multitud de mujeres y a no pocos hombres.

La presencia de inmigrantes extremeños por estos lugares de Madrid explica el nombre de la calle y de la estación. Salidas: Avenida de la Democracia (Avenida de la Democracia); Renfe (Vestíbulo Renfe); Avenida de la Democracia-Arboleda (Avenida de la Democracia).

VILLA DE VALLECAS (1)

La Villa de Vallecas no sólo tiene historia, sino prehistoria. Y en el extranjero el lugar es más conocido por esta última que por la otra. Los yacimientos prehistóricos y algunas de sus piezas –sílex- halladas a orillas del río Manzanares hicieron importantes en Europa a Vallecas, cuyo nombre está semánticamente configurado por las ideas de “valle” y de “cas”, que en versión mozárabe puede dar a entender el concepto de “reducido” o “pequeño”. Conste de todas maneras que lo legendario acompañó en todo momento a Vallecas.

En la década de los 1950 pasó la Villa a integrarse en Madrid, perdiendo lo poco que le quedaba de su identidad, suministrándole a la capital sobre todo pan, yeso y la mano de obra de sus habitantes. Conste asimismo que la Villa de Vallecas durante cierto tiempo le confirió nombre y significado a una notable corriente cultural madrileña de tipo pictórico, literario y artístico en general, respondiendo posiblemente al hecho de que Vallecas era entonces como un adelantado del campo y naturaleza para los pobladores de la gran capital madrileña. La defensa de sus linderos, de su identidad y hasta de su Santísima Virgen –Virgen de La Torre-, y de sus santos, explican en parte la impresión que tienen muchos del beligerante carácter de los vallecanos. La iglesia de San Pedro “ad vincula”

 –“entre rejas”- también como monumento merece ser visitada.

Lope de Vega le dio notoriedad al lugar en su obra “La villana de Vallecas”. En la historia de la pintura la hizo célebre don Diego Velázquez con su cuadro titulado “El Niño de Vallecas” que refleja los rasgos y características de uno de los bufones de la Corte del Rey Felipe IV, aunque en la actualidad esta teoría es rechazada por otros que lo identifican con nombres y apellidos con un niño vasco. De la ex Villa de Vallecas es importante capítulo el de la instalación en su área del edificio de la Asamblea de Madrid con cuanto esta institución representa para la Comunidad Autónoma. Salidas: Paseo Federico García Lorca (Paseo Federico García Lorca, 3); Sierra Vieja (Plaza de Sierra de Gador, 10); Ascensor (Paseo Federico García Lorca, 1).

CONGOSTO (1)

Una vez más el sapiente Diccionario de la RAE nos abre las puertas para la acertada definición del nombre de esta estación y nos adoctrina refiriendo que procede del latín “co-augustus” que significa lisa y llanamente “desfiladero entre montañas”. De la Guía-Callejero de Madrid se desprende que la estación de Metro de este  nombre se ubica en las proximidades de una urbanización que se llama así, igualmente a como también se llama una de sus calles.

Nos esforzamos en descubrir por sus alrededores algún accidente orográfico que pudiera proporcionar elementos explicativos de la decisión de la intitulación de “Congosto” y es obligado llegar a la conclusión de que no existe el más leve atisbo de ello. No obstante, al pasear por sus calles y revisar sus rotulaciones tuvimos la satisfacción de encontrar con cierta sorpresa las siguientes, todas ellas cualificadas por relieves orográficos “Peñas Nuevas”, “Peña Cervera”, “Sierra Tortejada”, “Pico Chilegua”, “Puerto de Galapagar”, “Sierra Bobia”, “Sierra Montilla”, “Muela de San Juan”, “Sierra Ará”, “Peña Sorrapia”, “Sierra Brezo”, “Peña Cavero”, “Peñas Largas”, “Cabeza Mesada”, “Cerro de la Bendita”…

En este contexto de naturaleza recién estrenada se enclava Congosto, que además es un pueblo de la comarca leonesa de El Bierzo, junto a Ponferrada y a orillas del río Sil, cercano al embalse de Bárcena del Río, entre paisajes de chopos, robles y brezos. La información turística de tan bello pueblo se completa con la fiesta típica y espectacular que todos los años se celebra el último domingo de mayo, dedicada a la Virgen en su advocación de “Nuestra Señora de la Peña”. Uno de sus capítulos festivos más refulgentes es el conocido como “La ronda de las bodegas” amenizada por las charangas y enmarcada entre fuegos de artificio. La Virgen de la Peña cambia tiernamente su sobrenombre para los devotos en el día de su octava y se denomina “de las Peñitas”. Es posible que en la estación madrileña de Congosto y en la urbanización en la que se ubica, fueran algunos leoneses quienes con sus ahorros y trabajo las hicieran posibles. Salidas: Congosto (C/ Congosto, 35); Plaza de Congosto (C/ Congosto, 33); Ascensor (C/ Congosto, 50).

LA GAVIA (1)

Es más que probable que entre las acepciones semánticas que tiene el término “gavia” en el Diccionario de la RAE sea necesario descartar una de ellas que tiene relación con el mar, cual es la de “vela que se coloca en el mastelero mayor de las naves, la cual le da nombre a este”. La alusión al mar en los estertores penúltimos de la línea uno del Metro de la capital de España parecería ser un atrevimiento. La acepción que se ofrece como la más razonable y tal vez única es la que incluye la idea de “zanja que se abre en la tierra para desagüe o deslinde de propiedades”. En tiempos anteriores a la urbanización de estas tierras, cuando ni se hubiera pensado en su integración vecinal, es probable que alguien abriera una zanja para que el agua corriera higiénicamente o para que fijara los límites de las propiedades que se podrían convertir algún día en otras tantas viviendas, seguramente que después de haber superado su condición de sub o infra viviendas.

El nombre de La Gavia –“más allá o más acá de la gavia”- se relacionó también con sentido oficial al poblado de sus inicios y tal denominación fue la elegida para intitular la estación de Metro con la que precisamente irrumpieron sobre él la mayoría de servicios urbanos que tornan habitables y humanizadas sus instalaciones.

“Antes” y “después” de la apertura de la estación del Metro en estos lugares son indicadores de imprevisible importancia vecinal. La de “La Gavia” es una estación cuyo nombre procede de la vida misma a cuyo desarrollo vecinal contribuye de forma efectiva. Salidas: Avenida Ensanche de Vallecas (Avenida Ensanche de Vallecas esquina Alto de la Sartenilla); Ascensor (Salida Ensanche de Vallecas esquina Alto de la Sartenilla, 2).

LAS SUERTES (1)

El nombre que fue elegido para intitular esta penúltima estación del Metro de la línea 1, no tiene historia. Es decir, contiene toda la historia de quienes pudieron haber sido sus primeros pobladores en elegir el lugar para asentarse en la capital, emigrados de los pueblos del resto de España, en los que jamás pudieran haber fraguado ninguna historia personal, familiar, cívica o social.

Dos de las principales acepciones que ofrece el Diccionario del término “suerte” pueden encajar en el contenido y sentido para ser el elegido como título de la estación, y de su anterior dependencia del lugar así conocido. “Suerte” quiere decir “aquello que ocurre o puede ocurrir para bien o para mal de personas y cosas” y “parte de la tierra de labor, separada de otra u otras por sus lindes”.

Con una buena dosis de “suerte” algunos recientemente llegados de diversas regiones de España, preferentemente de Andalucía y Extremadura, decidieron instalarse en estas zonas suburbiales que por entonces se cultivaban con las reglas o técnicas o procedimientos propios de las suertes, iniciando así el proyecto de vida que habían anhelado en sus respectivos pueblos. La historia de la inmigración en aquellos tiempos y de los lugares en los que la afrontaron tienen capítulos estremecedores.

Pero poco a poco fueron dotándose de los servicios más indispensables, hasta que el Metro les hizo el gran regalo de colocarle una estación con el mismo nombre de “Las suertes” por la que tantas peticiones habían cursado y por la que tantas manifestaciones habían organizado. Redentoramente el Metro unió de verdad esta zona con Madrid y logró que sus vecinos pudieran ser y ejercer como ciudadanos, al disponer en tan breve tiempo de recorrido en el mismo de instalaciones y servicios con que cuentan el resto de los madrileños.

Salidas: Cañada del Santísimo (Cañada del Santísimo esquina Avenida del Ensanche de Vallecas); Ascensor (Cañada del Santísimo esquina Avenida del Ensanche de Vallecas, 80).

 VALDECARROS (1)

Son muy numerosos los topónimos que incluye el nomenclátor de los pueblos y lugares de España que integran el concepto de “valle” en su etimología y en sus lenguas diversas. El “valle” define en gran proporción a concentraciones de vecinos estables, de modo superior al de la “montaña” y al de otros accidentes del terreno, prevaleciendo la lógica de la comodidad que estos lugares ofrecen para el cultivo de sus tierras. “Val” o “valle” suelen completarse con otro nombre sustantivo o con algún adjetivo que distinga o especifique alguna de sus condiciones o circunstancias.

En el caso de nuestra estación su determinación se la suministran los carros, con vetustas y hasta un tanto románticas a veces referencias a un “carruaje de dos ruedas, con lanzas o varas para enganchar el tiro, y cuya armazón consiste en un bastidor con listones o cuerdas para sostener la carga y varales y tablas en sus costados y a veces en los frentes, para sujetarla”. Es obvio destacar que el contenido fervientemente agrícola-ganadero que de por sí tiene el carro fuera el que en sus comienzos le prestara sentido y veracidad al barrio en el que se ubicaría después la estación del Metro.

De idéntico modo huelga resaltar el hecho de que la primera línea del Metro en la capital de España comience con rasgos tan específicamente medioambientales como los que proporcionan los pinos y la casa de labor y o huerta –“Pinar de Chamartín”- y termine en un valle al que los “carros-carros” le prestan una parte importante de su definición y razón de ser. Es reconfortante que, al menos en su intencionalidad, en tan apreciable cantidad los actuales nombres oficiales de las estaciones de la línea resumen ecología y naturaleza por la mayoría de sus sílabas. No parece probable que el nombre del pequeño pueblo salmantino de Valdecarros, en las cercanías de Alba de Tormes, haya sido el padrino o el padre putativo de la estación madrileña.

Salidas: Avenida del Ensanche de Vallecas (Avenida del Ensanche de Vallecas 120 A esquina Avenida Gran Vía de las Suertes); Ascensor (Avenida del Ensanche de Vallecas 120 A esquina Avenida Gran Vía de las Suertes).

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