El parque zoológico de Toronto está dividido en siete regiones geográficas diferentes, cada una con animales y plantas propios de esa zona del mundo.
Y, aún a riesgo de ser tachada como algo extraña, he de reconocer que en este zoo tuve una de las experiencias más increíbles que recuerdo. Tener en mis manos a una serpiente de respetable tamaño, y confieso que me encantó el frío y suave tacto de su piel.
Pero, como no todo suele ser positivo en la vida, tras el fallecimiento de 4 elefantes en 3 años en el zoo de Toronto, el Alcalde de la ciudad tomó la controvertida decisión de enviar tres elefantes viejos a un santuario en California en lugar de a un zoo acreditado. Por esta decisión política, ajena a la propia institución, le ha sido negado al citado zoo la acreditación de la Asociación de Zoológicos y Acuarios para 2012, la cual había mantenido desde 1977.
Pero no podemos acabar esta visita a Toronto sin referirnos a la Torre Nacional de Canadá, la CN Tower.
Se trata de la cuarta torre más alta del mundo con 553 metros, y desde la que se ve, como decía aquella broma “Torontontero”.
Dentro de esta torre nos encontramos con un observatorio muy peculiar ya que el suelo del mismo es de vidrio, lo que provoca cierto de vértigo al transmitir la sensación de estar caminando por encima de la ciudad, como si levitásemos sobre ella.
Y, si continuamos subiendo, ascenderemos hasta el segundo restaurante más alto del mundo (tras uno recientemente construido en Dubai).
Se trata del restaurante giratorio 360 que, como su propio nombre indica, va girando muy lentamente hasta completar una vuelta de 360 grados y en el que se puede degustar una excelente cocina mientras se disfruta de la vista completa de la ciudad.
Toronto es cosmopolita, es cultural, es financiera, es una ciudad segura aunque tremendamente fría…y, además, se encuentra a unos 90 minutos de Niagara Falls, frontera de Canadá con Estados Unidos, y donde se encuentran las majestuosas Cataratas de Niágara. Pero de esto hablaré en una próxima entrada.
