Mesa para dos

Un café, por favor

Desde que en la Edad Media el pastor etíope Kaldi se percató de que las cabras que cuidaba, saltaban y corrían después de haber comido de las hojas y los frutos de cierto arbusto, hasta nuestros días,  aquella planta que ahora  conocemos con el nombre de café, ha pasado a formar parte de nuestra entorno cultural,  social y alimentario, de tal forma, que no podríamos comprender la vida actual sin este compañero inseparable de tertulias y sobremesas.

Prepapando el café con mimo (Foto cortesía de Nespresso)

Preparando el café con mimo (Foto cortesía de Nespresso)

 

Pero quizás por su color oscuro o por sus  propiedades estimulantes, esta bebida ha estado rodeada de misterios y leyendas que han llegado a salpicar al ámbito sanitario, persistiendo hasta la actualidad numerosos mitos que en la mayoría de los casos no tienen justificación alguna. Según esto podríamos preguntarnos de donde parten estas erróneas creencias que han estigmatizado al café, hasta convertirlo a veces en sinónimo de veneno. La sustancia más importante del café y del té es la cafeína, un componente que pertenece al grupo de las llamadas xantinas,  muy similar al fármaco teofilina, profusamente empleado como dilatador  bronquial,   y a la teobromina, que se encuentra en el chocolate. La cafeína actúa a varios niveles del organismo, tales como el sistema nervioso, en el que se comporta como estimulante y que dependiendo de las personas puede actuar con más o menos intensidad. Esto ha contribuido a expandir la idea, muchas veces exagerada, de que puede producir insomnio.

Las nuevas cafeteras caseras han revolucionado el mundo del café doméstico. Nespresso inición la revolución con sus máquinas y cápsulas. (Foto cortesía de Nespresso)

Las nuevas cafeteras caseras han revolucionado el mundo del café doméstico. Nespresso inició la revolución con sus máquinas y cápsulas. (Foto cortesía de Nespresso)

Parece ser que este efecto es más psicológico que real, y no tiene razón de ser la afirmación de no tomar café por la mañana porque no se puede dormir por la noche. En el aparato circulatorio aumenta la frecuencia cardiaca de forma moderada; una situación que ha obligado a investigar con mucho interés el efecto cardiovascular de la cafeína, no habiéndose demostrado que incremente el riesgo cardiovascular. En cambio en el aparato digestivo puede ser nocivo para los ulcerosos o los que tienen reflujo gastroesofágico, aunque este  hecho depende de forma importante de la especial idiosincrasia de cada paciente. Sí conviene destacar en cambio la opinión de muchos psiquiatras, cuando aseguran que dosis importantes de cafeína pueden incrementar los estados de ansiedad y favorecer las crisis de pánico en personas predispuestas. Curiosamente, el chocolate, que dado su contenido en otra xantina como la teobromina, presentaría efectos similares al café, nadie lo asocia a la acción  cafeínica. De la misma forma el té, con una cantidad de cafeína por taza similar al café, tampoco se le señala como perjudicial para la salud.

Indudablemente, la bebida imperial británica por excelencia del mundo contemporáneo, sólo podría producir beneficios, hasta el punto, que en nuestras latitudes el té ha asociado, sin rigor científico demostrado, a panacea curativa de múltiples trastornos gastrointestinales.  Una situación que conviene destacar, dentro de estos mitos en torno al café, es la relación de dicha infusión con la hipertensión arterial que se ha mantenido hasta épocas muy recientes. Aún se puede observar como muchos pacientes hipertensos tienen prohibido el café de forma estricta. De nuevo hemos de recurrir a las publicaciones médicas más prestigiosas para desmontar esta falsa idea, pues cantidades  moderadas de café como pueden ser dos o tres tazas al día, no interfieren de forma significativa en la evolución de estos pacientes. Las dosis potencialmente perjudiciales estarían alrededor de las 10 tazas al día que equivalen a 1000 mg de cafeína. En este sentido el único efecto esperable a las dosis antes mencionadas es que la tensión sistólica (la máxima), pueda incrementarse ligeramente y de forma momentánea, aunque se debe advertir que puede haber casos justificados en los que el médico tenga la última palabra, porque cada enfermo es distinto y siempre en medicina existen situaciones particulares.

Una buen ataza de café es un auténtico regalo para el paladar. (Foto cortesía de Nespresso)

Una buen ataza de café es un auténtico regalo para el paladar. (Foto cortesía de Nespresso)

Como contrapartida puede decirse en cambio que el café tiene ciertos efectos beneficiosos, aunque en sí mismos no sean los más  importantes para justificar su consumo,  pues su aroma y sus matices gustativos compensan con creces disfrutar de esta bebida. El café es un estimulante moderado del sistema nervioso como ya se ha comentado, favorece la digestión, tiene ligeros efectos para el aparato respiratorio, una cierta acción diurética y combate ligeramente la fatiga. Pero quizás el efecto más beneficioso del café sea el social. El café ha configurado la historia intelectual y creativa de oriente y occidente. Hasta hace muy poco no se concebía una tertulia literaria, política o intelectual sin el café. Las conspiraciones se han hecho en torno de una taza de café y la creatividad ha necesitado frecuentemente acompañarse de ese aromático humo que nacía de una taza. No se puede entender la sociedad sin el café que prestó incluso su nombre a un nuevo establecimiento, el Café, la Cafetería.

El café Metro de Dublín, popular centro de reunión y quedadas

El café Metro de Dublín, popular centro de reunión y quedadas

Las ciudades más importantes del mundo están o han estado  repletas de estos locales emblemáticos: Café de la Paix, el Gijón, el Levante, el Lyon, el Pombo y una interminable lista repartida por el mundo y la historia. Hasta podríamos a atrevernos a decir que a través del café se puede elaborar un ensayo sociopolítico de algunas sociedades y épocas concretas. Baste recordar cómo en la España de la autarquía, en los años 40 y bien entrados los 50, el café de más calidad como el de Brasil y Colombia fue un lujo, y que como consecuencia de nuestro aislamiento sólo podíamos disfrutar del que llegaba de nuestra colonia de entonces, la Guinea Española, indiscutiblemente de menor calidad. Y como la necesidad genera ingenio y el ingenio imaginación, una pléyade de sucedáneos contentaron nuestra tardes de tertulia a base de malta y achicoria que junto al gasógeno nos mantuvieron la ilusión y la esperanza.

Recordemos algún eslogan consolador de estas épocas pretéritas que definen toda una situación y que se emitían por la radio de entonces. “El torrefactoColumba es el mejor café que puede usted tomar” o aquel otro destinado a los menos agraciados económicamente “La mejor malta de España……La Braña”. Y en Sevilla, calle Sierpes, en un castizo cafetín, hasta hace unas décadas podía leerse todavía: Café…1€, Café, café….1,50€ y Café, café, por la gloria de mi madre…2€.

Por fortuna ahora hay café para todos. Un café que rubrica nuestras comidas y sobremesas y sin el cual tendríamos la sensación de habernos  quedado sin postre.

 E. Vivas Rojo

 

 

 

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