Reportajes

Palestina, descubrir un país que no existe

Aida: Campo de refugiados de Aida, Belén

Un lugar que no es país. Un montón de mapas confusos que ocultan unos lugares y renombran otros. Una población heterogénea que, cuanto más crece, menos espacio tiene para vivir, amontonándose en núcleos improvisados y cercados por un muro que se expande.

Esto es Palestina.

No es éste un destino convencional de vacaciones. Digamos que no es el sitio más indicado para encontrar la tranquilidad y el relax de lo que podría ser un viaje de disfrute hedonista. Pero merece la pena ver, y creer.

Palestina es un lugar muy visitado por peregrinos, ya que cualquier ciudad tiene nombre bíblico y, al no tratarse de una zona muy amplia, a Jesucristo le dio tiempo de nacer, crecer y moverse por toda la región. Por ello, casi cualquier pueblo cuenta en su haber con algún milagro o momento histórico religioso importante. De todas maneras, no es sólo un lugar por descubrir para creyentes, sino también interesantísimo para agnósticos o, incluso, ateos.

Existen guías de viaje de esta región, pero lo ideal sería contar con la presencia de algún lugareño conocido, que no sólo dé indicaciones, sino que explique la realidad de su peculiar forma de vida.

Una opción para el que llega al aeropuerto es pedir que le pongan el sello en una hoja aparte del pasaporte. Puede ahorrar problemas al viajar a otros países. Pero, ojo, nótese que esa hoja a menudo será destruida por los agentes del aeropuerto un minuto más tarde, por lo que el viajero no tendrá ningún medio de demostrar cuándo llegó a Israel.

Belén

Para comenzar, el principio de todo: Belén. El lugar de nacimiento de Jesús, según los evangelios. Montones de peregrinos hacen cola para entrar en la Basílica de la Natividad. Es fácil aparcar el coche, ya que la mayoría vienen en autobuses, pero el turista se encontrará con una cola interminable para conseguir entrar en el punto cero: una estrella que, en la gruta, marca el lugar exacto del alumbramiento. Tener un amigo palestino ayudará al turista a saltarse la cola, hablando con los cuidadores, que lo dejarán entrar por la salida, ahorrándose unas horas de tiempo vital. La basílica, actualmente, está controlada por las Iglesias Católica y Ortodoxa, y no puede olvidarse que fue refugio de muchos palestinos en el asedio de 2002.

Campo de refugiados de Dheisheh, Belén.

Belén albergó a gran cantidad de palestinos cristianos, era una ciudad donde apenas había musulmanes, cosa que ahora ha cambiado mucho. Se puede pasear por el centro, echarle un vistazo al bazar y comerse un delicioso falafel enfrente de la basílica. No muy lejos están Beit Sahour (supuestamente, el lugar donde un ángel  les anunció a los pastores el nacimiento de Cristo) y Beit Jala, entre olivos. Hasta aquí, la parte turística. Pero, si quiere verse el otro lado del típico “belén”, no hay que olvidar que existen los campos de concentración Aida, Dheisheh y Azza. Desde la terraza del Centro cultural de Dheisheh se puede observar muy bien un paisaje de tejados que alojan contenedores para almacenamiento de agua. Y un muro de hormigón lleno de grafitis por la liberación palestina es lo que se aprecia desde el de Aida, cuya entrada se ve enmarcada por una llave gigantesca que pide a gritos abrir la puerta de una casa que se encuentra lejos, al otro lado del muro.

Mar Saba

Imprescindible, cerca de Belén y de Ubeidiya, es la visita a Mar Saba, “La Gran Laura de San Sabas”, un monasterio ortodoxo griego excavado en una montaña, fundado por San Sabas de Capadocia. No es fácil de encontrar, pero es espectacular, al igual que la carretera (muy estrecha, pero con buenas vistas) que lleva hasta él, en el desierto. Sólo los hombres podrán acceder a su interior, pero todo el mundo podrá seguir el camino que cruza un riachuelo (peligroso si llueve pero asequible si hace buen tiempo) y cruzar a la ladera de enfrente para contemplar la belleza del lugar en todo su esplendor. Suele haber cuidadores a la entrada que podrán guiar al viajero por estos caminos.

Otro punto a visitar es Ramallah, simplemente para echarle un vistazo a otro tipo de ciudad, más grande, con más tráfico y movimiento. Sus plazas principales podrían parecer un Times Square a lo árabe, con fotos de Arafat por doquier.

Hebrón es una ciudad especial. La ciudad de los patriarcas, una de las más antiguas del mundo, no puede quedarse sin ver. Lo difícil es llegar, ya que las señales de tráfico por carretera ni la nombran, sino solamente los asentamientos colonos de su alrededor. Allí, el monumento estrella es la Tumba de los Patriarcas, considerada sagrada por judíos, cristianos y musulmanes. Los judíos creen que Abraham, Sara, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea están enterrados allí. La ciudad está dividida en dos partes: una controlada por los palestinos y la otra por el ejército israelí, para proteger a los colonos que viven allí. En los años 20, al haber una fuerte inmigración judía, empezaron a aparecer tensiones que terminaron en un par de masacres por ambos bandos. A un lado de la calle hay colonos israelíes y, al otro, palestinos. Lo más increíble es que el viajero se verá sorprendido por la existencia de una red metálica sobre su cabeza, en la zona del bazar. Ésta es la medida de protección ante los colonos que viven en los pisos de arriba, para que no lancen objetos a los paseantes. La consecuencia es que solamente se puede ver el cielo a través de la basura que yace, amontonada, sobre estas redes. Aparte de la visita al colorido y oloroso bazar, también merece mención aparte la zona de la ciudad que está desértica, con los negocios palestinos cerrados, fruto de dichos enfrentamientos. Allí no se oye nada, sólo hay ruinas de lo que un día fue una zona comercial que hoy está abandonada, cual ciudad fantasma.

Jericó: Monte de las Tentaciones.

Jericó es otra ciudad antiquísima, edificada hace más de diez mil años (quizá sea la más antigua del planeta). Está cerca del Mar Muerto, y es el lugar donde los israelitas retornaron después de la esclavitud en Egipto. Allí puede verse la higuera a la que Zaqueo se subió para ver a Jesús, en su entrada a la ciudad. Pero su atracción más importante es el Monasterio de la Tentación, ortodoxo, edificado sobre la cueva en la que Jesús pasó cuarenta días de ayuno y sufrió las tentaciones del Demonio, una de las cuales le proponía convertir piedras en panes. Puede subirse en teleférico o en coche, y seguramente uno se encontrará con peregrinos rusos o griegos en este imponente lugar, suspendido sobre el abismo, que ofrece bellísimas vistas de la ciudad y el desierto.

Vista nocturna de Nablus.

Como última ciudad a destacar, Nablús, centro cultural y comercial. Esta ciudad, productora del jabón Nabulsi (natural, elaborado a base de aceite de oliva, agua y barrilla) y la Kanafa (un dulce), fue fundada por el emperador Vespasiano en el 72 d.C. Conserva ruinas romanas importantes, como un anfiteatro y un hipódromo, así como varios parques. Uno de ellos es el Sama Nablus, desde donde se ve toda la ciudad, a la par que se puede hacer un picnic. Un pasaje bíblico que también tuvo lugar en esta ciudad es el de la buena samaritana que dio de beber a Jesús agua de un pozo, el de Jacob, que también puede visitarse. Pero lo que llamará la atención del visitante es la cantidad de pósteres que hay por la calle con fotos de mártires palestinos, Kalashnikov en mano. Y es que en Nablús se encuentra Balata, el campo de refugiados más grande de Palestina. Las historias que sus habitantes pueden contar constituyen películas de terror en sí mismas, y es que ésta es, quizá, la ciudad palestina más auténtica, y una de las que más resistencia ofrece a los israelitas, quienes, por tanto, la atacan más. Aun así, Nablús está renaciendo después de haber sido devastada, y merece la pena visitarse, ya que entonces podrá decirse que se ha estado en Palestina. El centro histórico quisiera ser nombrado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

Los checkpoints

Anotarse la experiencia de pasar por un checkpoint, o sea, los controles militares fronterizos, no es moco de pavo. El checkpoint se refiere al punto donde soldados israelíes y palestinos vigilan quién entra y quién sale. El checkpoint en coche es bastante más ligero, ya que normalmente uno no ha de salir del automóvil. Probablemente le pidan el pasaporte, o ni eso, y lo dejen pasar tranquilamente. Pero depende de la ciudad, también habrá controles en los que haya que vaciar el vehículo por completo, y habrá que contestar al sinfín de preguntas (algunas, capciosas) que algún miembro del ejército israelí crea conveniente hacer.

El checkpoint a pie es mucho más impresionante. Uno se encuentra con unas puertas metálicas giratorias, que pueden bloquearse a placer, y una voz que pedirá referencias a quien quiera. Muchas personas tienen que enfrentarse a estos controles cada día para ir a trabajar y si está cerrado, está cerrado. Tanto en coche como a pie, nunca se sabe cuánto tiempo se tardará en pasar, por lo que hay que tener cuidado si se necesita llegar a una hora concreta a alguno de los puntos.

Palestina es una experiencia inolvidable en la que el viajero europeo no tendrá problemas, por lo que no hay que tener miedo, ya que vale la pena no sólo visitar algunos de los lugares sagrados e históricos más importantes de la Humanidad, sino también empaparse de la realidad de las personas que los habitan, gente que hay que conocer y cuya libertad está limitada por un larguísimo muro de hormigón.

Texto y fotos: Beatriz Huélamo

Blog: «Venturas y desventuras de una Mandarina» (http://mandarinaparlante.wordpress.com )

Más sobre Israel y Palestina: http://mandarinaparlante.wordpress.com/2011/12/11/ambos-lados-muro/

 

 

 

 

 

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