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Havelis: La pasión de los Marwari (India)

Al oeste de la península indostánica, donde el desierto del Thar se extiende hasta los límites con la frontera pakistaní, atractivo, multicolor y como extraído de los más bellos relatos de Rudyard Kipling, el exótico Rajasthan es tierra de mil leyendas y personajes siempre rodeados de una peculiar fascinación, de historias de príncipes, guerreros y mujeres de tez oscura y delicada belleza.

Es la India que seduce con fortalezas, palacios, templos y mausoleos de inusitadas estructuras que rezuman la fragancia de los perfumes más excitantes y en cuyo interior existen lujos inimaginables con el mayor refinamiento oriental.

Para hablar sobre el Rajasthan, el paisaje abrasado por el ardiente sol y todo cuanto configura esta región devastada hace siglos por sangrientas batallas, sin duda, hay que empezar haciendo referencia de los que fueron sus legendarios protagonistas, los maharajás y nababs, a quienes se les atribuían orígenes divinos y eran considerados como hijos del fuego y una reencarnación de los dioses. En torno a su majestuosa y omnipotente figura surgieron relatos sin fin que hablaban sobre su muy arraigado sentido del honor, sus desmesuradas ansias de riqueza, enormes ejércitos, elegantes ritos y ceremonias, sus hazañas guerreras, cacerías de tigres, sin olvidar a las bellas maharanis. Un mundo impregnado de romanticismo y espíritu caballeresco que ya desapareció, pero las leyendas siguen ahí y no perecerán nunca. Tan sólo los grandes palacios de mármol adornados con piedras preciosas, en la actualidad muchos de ellos transformados en algunos de los mejores hoteles del mundo, quedan en pie como mudos testigos de la época más fastuosa de la India.

Aunque los inicios del Rajasthan (la antigua Rajputana) se remontan muchos siglos, hasta la civilización del valle del Indo, a lo largo de la historia no hay que olvidar la presencia de la rica e influyente comunidad marwari que ya tomó forma en la más remota antigüedad, aunque algunos vinculan estrechamente su florecimiento a la época mogol (siglos XV a XIX) y de forma muy especial durante el reinado de Akbar (1542-1605), quizá porque fue durante aquel periodo cuando tuvieron lugar las primeras migraciones de comerciantes a lo largo y ancho de toda la India.

 

 

EL APASIONANTE MUNDO DE LOS MARWARI

Dado que los grandes mercaderes de esta bella zona del país fueron amasando fortunas, en algunos casos incluso desproporcionadas, se dedicaron a construir sus propios edificios: havelis y cenotafios para ser recordados por la posteridad, tales como un templo, una escuela, un jardín, un pozo o aljibe, lo cual era ciertamente todo un lujo en una tierra principalmente desértica.

No obstante, desde el punto de vista social los marwari eran bastante  modestos y rara vez encargaban un retrato de ellos mismos, al contrario de lo que sucedía con los rajputs, los cuales siguiendo el ejemplo de los emperadores mogoles solían encargarse fotografías y pinturas en los que aparecían siempre alardeando de sus reales atributos

Un haveli es una vivienda típica del estado de Rajasthan, con características arquitectónicas adaptadas al clima y muy especialmente a las condiciones económicas de sus propietarios. En origen estas viviendas no eran ni lujosas ni estaban profusamente decoradas. Aunque las características sean semejantes existe una gran diferencia entre unos havelis y otros, según sean edificios más modestos o bien pertenecientes a la rica burguesía comercial de algunas ciudades caravaneras del noroeste de la India, de ahí que la palabra haveli haya llegado a ser sinónimo de palacete.

No debe olvidarse que muchas de las ciudades de este estado indio se hallaban en las rutas de las caravanas que procedían del vecino Gujarat y del lejano Occidente tras atravesar el desierto del Thar.

Dejando atrás a sus familias, buscaron una inteligente expansión y los centros comerciales de los marwari se extendieron por todo el país, hasta llegar a ciudades como Calcuta, Mumbai, Bangalore, Hyderabad y Chennai, la antigua Madrás. Sus descendientes han continuado viviendo por todo el país, llegando hasta más allá de las propias fronteras con otros países y manteniendo siempre la prosperidad de antaño, de ahí que sigan existiendo familias con elevado nivel económico y notoria influencia comercial. De hecho el propio calificativo de marwari viene a significar hombre de negocios

A lo largo de los siglos, los ricos marwari enviaban siempre sus ganancias a sus ciudades de origen, utilizándolas para construir havelis, que eran un marcado símbolo de su riqueza y posición social. Y como no les parecía suficiente una construcción sencilla, para decorar estos singulares edificios contrataron a relevantes escultores y pintores.

La mayoría de las pinturas que decoran los havelis son de temas populares mitológicos e históricos, tales como relatos de la vida de Lord Krishna o escenas del poema épico del Ramayana, si bien los más modernos adaptan también otros temas. A finales del siglo XIX introdujeron la moda de añadir elementos europeos en las pinturas. De este modo, las divinidades fueron sustituidas de forma alternativa por ángeles y los clásicos elefantes por automóviles o aviones. Surgieron también señores montados en bicicleta o señoras con atuendos al estilo occidental, inspirados en litografías y fotografías europeas, razón por la cual muchos de los detalles, sobre todo en lo referente a objetos mecánicos, contenían divertidos errores de interpretación.

Los frescos que pueden contemplarse en la región de Shekhavati son una buena muestra de ello. Sin duda debido, tanto a los pintores que adoptaron algunos estilos europeos, como a los mismos propietarios de los havelis, que querían demostrar con ello el orgullo de haber viajado y su adaptación a otras costumbres extranjeras.

AUTÉNTICAS JOYAS ARQUIETECTÓNICAS

Una de las características más destacada es la disposición arquitectónica de estas haveli, aprovechando siempre la posible corriente de aire y ofreciendo la menor superficie al sol, que en esta zona desértica del Rajasthan es implacable. La distribución urbana está también adaptada en callejuelas por lo general estrechas, sinuosas y umbrías, jalonadas de comercios y templos. Suelen tener tres o cuatro plantas, articuladas alrededor de uno o varios patios donde cohabitan varias familias de la misma casta que comparten algunos servicios (pozos, lavadero, zona de juegos). Estos patios proporcionan la luz y ventilación necesaria a las viviendas.

La distribución interior y el tamaño varían de un haveli a otro, existen notorias variaciones estilísticas aunque la homogeneidad de materiales de construcción confiere una cierta unidad arquitectónica.

Las fachadas presentan balcones con chajja (alero) que protegen del sol, además de celosías y galerías. Las ventanas de estos jarokha (balcones) suelen contar con celosías. Las jali (celosías) se encuentran también en el interior dando a los diferentes patios, suelen estar muy decoradas con calados de dibujos geométricos y hacen la función de una ventana que da sombra y que al mismo tiempo mantiene la intimidad de sus habitantes, especialmente de las mujeres. El primero de los patios, también llamado baithak (estancia), con columnas, sirve de recibimiento para los forasteros y para despachar negocios.

Existe una zona especial para las mujeres. En todos los muros hay abundante decoración pictórica, tanto en el interior como en el exterior.

La puerta fortificada o darwaza se halla a la entrada de ciertos barrios y calles por motivos básicamente de seguridad. Los muros de los haveli resultan más o menos complejos según las ciudades y los barrios, en las zonas más humildes están simplemente encalados, con una banda de color para señalar los vanos, cornisas, tejadillos y otros elementos decorativos. En las zonas más acomodadas están totalmente decorados con relieves de motivos geométricos y florales, o bien cubiertos de frescos, mientras que galerías y balcones acentúan el efecto de relieve.

La fisonomía de las calles se debe en gran medida a la decoración de los haveli. Con frecuencia, puertas de madera tallada, abigarrados frescos y gárgolas realzan las fachadas. El espacio de cada casa se prolonga en la terraza sobre el tejado, que es accesible por unas escaleras y es un lugar habitual para el descanso.

Hay muchos y muy interesantes havelis repartidos por todo Rajasthan, algunos de los cuales han sido convertidos en excelentes y confortables hoteles, manteniendo de tal forma la cultura rica en tradiciones de este estado indio.

En la ciudad de Jaisalmer, a las puertas del desierto del Thar, donde contemplar tanto el ambiente como el paisaje resulta encantador, existen hermosas mansiones de prósperos mercaderes que se conservan en perfectas condiciones a pesar del paso del tiempo. El llamado Patwon Ki Haveli fue construido en 1805, todo el edificio está hecho en piedra arenisca y se compone de cinco unidades distintas, una de las cuales está decorada con hermosos frescos. Se trata de una maravilla arquitectónica.

También en Jaisalmer se ubica el Salim Singh ki Haveli que se encuentra a los pies de una colina y su mansión posee una azotea porticada con espléndidas ménsulas esculpidas en forma de pavos reales. Este haveli fue edificado hace más de trescientos años por Salim Singh, por aquel entonces primer ministro cuando Jaisalmer era capital del estado principesco.

En el corazón de la “ciudad rosa” de Jaipur destacan el Samode Haveli y el Alissar Haveli, dos exponentes magníficos de la sutileza de la arquitectura rajput tradicional donde verse transportado al sueño de otras épocas de lejano esplendor. El Samode de forma muy concreta es un rincón de silenciosa belleza donde disfrutar de una gran confortabilidad rodeado de una atmósfera inigualable.

Al margen de los que han sido convertidos en hoteles, en Jaipur existen comercios diversos y algunas joyerías situadas en havelis que son un auténtico encanto y suponen un verdadero disfrute visual.

Shekhawati es una región que encierra auténticos encantos y notables maravillas arquitectónicas, algunas de ellas aún poco conocidas. El Samode Palace, a poco más de cuarenta kilómetros de Jaipur, es una joya en sí mismo. Un lugar de suma importancia para todos aquellos interesados en las anécdotas reales del pasado.

Mandawa muy posiblemente sea considerado como el lugar donde hay varios havelis convertidos en hoteles, sin olvidar Fatehpur que cuenta también con algunas joyas (Geori Shankar es excelente con su tejado lleno de espejos) y Ramgarh que aseguran tiene el mayor número de havelis decorados con frescos de toda la región. Fantástico el Ramgarh Fresco, restaurado después de haber estado habitado durante medio siglo. Las escenas del Ramayana que pueden observarse en Poddar Haveli son dignas de admiración.

Tal vez Mehensar sea una de las ciudades menos visitadas de esta región de Shekhavati, pero es sin duda una de las más gratificantes. Sone Chandi ki Haveli, que perteneció a la familia de joyeros Poddar, posee unos excelentes frescos

Nawalgarh es otro lugar de cita importante para los amantes de los havelis. Los más majestuosos son quizá los de Chhawchhariya y Poddar, éste último transformado el que casi seguro es el colegio más pintoresco del mundo. Tras abandonar Nawalgarh vale la pena acercarse a Parasrampura para contemplar el cenotafio de Shardul Singh. En Dundlod (de Nawalgarh a Mandawa), al margen de su impresionante fortaleza que data de 1750, hay que contemplar sus dos haveli Goenka, realmente interesantes, al igual que los chhatris o cenotafios pintados.

En los siglos XVIII y XIX, Bikaner se convirtió en un refugio de mercaderes y banqueros, que se sentían a salvo cerca del desierto y lejos de la agitación que reinaba en el norte de la India. Algunos dejaron aquí a sus familias y su riqueza para dedicarse al comercio en otras regiones, así fue como nacieron los haveli, agrupados en las estrechas callejuelas de la ciudad amurallada. Rampuria y Kothari son dos de los más llamativos edificios de estas características.

Son muchos los visitantes que han podido contemplar el atractivo de esta tierra encantada y los contrastes de las diferentes regiones que acostumbran a dejar sin aliento. Sólo en el Rajasthan es posible recorrer infinidad de kilómetros sin dejar de encontrar nada más que lujosos palacios, inexpugnables fortalezas encaramadas en lo alto de las montañas y como salpicando el paisaje multicolor, los singulares haveli, auténticas maravillas arquitectónicas.

Muy posiblemente fatigado a fuerza de sorprenderse ante tanta belleza, al viajero le resulta realmente difícil almacenar tan elevada diversidad de imágenes en su retina y poder conservar tan innumerables recuerdos cuando regrese a su destino. Es la magia del Rajasthan.

F. Rubio Milá

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